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LA CONCIENCIA ES LA VOZ DE DIOS EN NUESTRO INTERIOR
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LA CONCIENCIA ES LA VOZ DE DIOS EN NUESTRO INTERIOR
LA CONCIENCIA ES LA VOZ DE DIOS EN NUESTRO INTERIOR
Del Diccionario de la Real Academia Española:
conciencia.
1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.
2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.
En mi opinión, y además de lo que la RAE dicta desde el punto de vista gramatical de la palabra, hay otra interpretación que va más allá, o que tiene una raíz más espiritual: me gusta suponer que la conciencia es la voz de Dios en nuestro interior. (Dios, o su significado equivalente, lo puede cambiar, quien se sienta incómodo con la palabra, por otras como Creador, Fuente, Divinidad, o por el que le parezca más apropiado)
A lo que me refiero es que, además de nuestro conocimiento educacional que nos indica lo que socialmente está considerado y pre-clasificado como “bueno” o “malo”, que son unas leyes dictadas en aras de una buena convivencia grupal y de respeto humano, hay unos principios no escritos, más esenciales, y con los que uno debe sentirse aún más implicado en cumplirlos.
Esos principios tienen como base el amor propio, el respeto, la dignidad, el honor, la honestidad, la honradez, la tolerancia o la piedad, el cariño o el aprecio, la ternura, la decencia, la modestia, la integridad, la rectitud, la justicia… toda una serie de cualidades intrínsecas del Ser Esencial que somos, sobre el cual construimos el que estamos siendo, que es lo que se manifiesta como cuerpo.
Toda esta serie de cualidades esenciales forman un tribunal de justicia interno que es capaz de hacernos notar –pero no juzgar, ya que no es su misión- el grado interno de conformidad o disconformidad con las cosas que hacemos, y nos dejan, con o sin palabras, unas señales que, cuando obramos en desacuerdo con nuestros principios, nos hacen ver claramente que no hemos actuado de acuerdo a nuestros propios deseos.
Podemos auto-engañarnos, por supuesto. Tenemos una habilidad especial para encontrar razones irrazonables y justificaciones injustificables para acallar la conciencia. Podemos gritar desde dentro para que la voz de los intereses apague su voz materialista, y siempre sobresaldrá aunque sea muy levemente por encima de la voz del auto-engaño, y siempre seguiremos escuchándola aunque nos empeñemos en negarla.
El Ser Humano, por principios, es noble, bueno, caritativo, etc. -se puede seguir definiendo con otros adjetivos similares-. La maldad o la mala intención no vienen incorporadas en la naturaleza intrínseca, sino que hay que incorporarlas. Es una decisión propia actuar con una intención contraria a la indulgente esencia de las personas.
¿Entonces no tienen conciencia un asesino o un ladrón? Sí, la tienen. Lo que tal vez no tengan sean ganas de escucharla y menos aún de complacerla. Tal vez pretendan acallarla haciéndole una exposición de todas las desgracias o situaciones que le han llevado a serlo, autojustificándose con una infancia desgraciada, malos tratos, vejaciones, un hogar destruido, una situación económica deplorable, o un odio que está por encima de cualquier conmiseración.
La conciencia es un observador insobornable que nos hace ver lo que, según nuestro modo real de ser y opinar, no es adecuado. No nos impide que lo hagamos. No se interpone ni lo prohíbe. Su función se limita a intervenir -con o sin palabras como ya escribí antes- y por eso a veces se manifiesta con observaciones o reproches –depende de cómo sea el modo que cada uno tiene de relacionarse con su conciencia-, y otras veces es simplemente un aviso mudo, que no necesita decir nada porque ya se lo ha dicho uno mismo en otras ocasiones similares anteriores, y además es consciente de estar actuando de un modo injusto.
Aunque no lo sepamos, todos nos regimos por unas normas interiores, muy sensatas y muy acertadas, que si las cumpliéramos en todas las ocasiones nos permitirían sentir una paz interna de absoluta conformidad y una sensación impagable de sentirnos a gusto con nosotros mismos disfrutando del sentimiento de estar respetándonos, y de estar haciendo nuestras cosas “bien”.
La conciencia es la manifestación primera de nuestro Ser Esencial –el que somos en esencia-, de nuestra parte Divina –sí, todos tenemos desde que nacemos un componente divino en nuestra composición-, y del amor y respeto que nos debemos –y obedecerla nos lleva a reconciliarnos con nosotros mismos-.
La conciencia –esa abuela que a veces nos regaña pero siempre para nuestro beneficio- sólo mira por nuestro bienestar. Es su misión. Allanar el camino para que cada vez nos sea más fácil contactar con lo que casi hemos proscrito a la oscuridad y nos limitamos a usar en contadas ocasiones especiales, que es nuestra parte sobrenatural y sobrehumana, y propiciar que nos vayamos despojando de las máscaras y los personajes que nos hemos inventado para luchar contra la vida fuera de lo que realmente somos.
Además, tengo la sospecha de que en alguna ocasión habrás desobedecido sus sugerencias y te habrás arrepentido más tarde por ello. Y ya sabes que la sensación que queda es indescriptible, pero se asemeja a la suma de una tristeza inexplicable relacionada con haberse fallado a sí mismo en algo que es importante, al mismo tiempo que uno trata de restarle importancia para que no se convierta en un enfado largo, y también se siente una voz levemente firme que desde el fondo se compromete a estar más atento la próxima vez para no fallar y no tener que volver a pasar por esta situación, pero también se siente que hay una mano tenue que se une a la nuestra y se compromete a llevarnos adelante a pesar de lo que ha pasado, junto con un estado de ilusión moderada porque se ha aprendido algo y se espera que esta lección sea suficiente, pero ese estado tienen que consolar a la parte afligida, la que se queda estancada en el fallo y no se lo perdona… en fin, que uno sigue adelante pero con los sentimientos confundidos y una tristeza que, poco a poco, desaparecerá.
Eso sí, conviene conocer bien a la conciencia y conocer su modo de actuar o manifestarse, y comenzar a llamar a la conciencia con otros nombres que son su Esencia: Intuición, Sabiduría, Percepción, Discernimiento, Justicia, Rectitud, Honradez, Ética, Dignidad, o Divinidad.
En mi opinión, es en la Conciencia donde confluyen todas las cualidades del Ser, y es desde ese Centro desde donde hemos de regirnos y administrar nuestra vida para hacerlo con justeza y con justicia.
O sea, que es recomendable escucharla y respetarla siempre.
Te dejo con tus reflexiones…
Más artículos de Francisco de Sales en http://www.buscandome.es/index.php?board=52.0
Del Diccionario de la Real Academia Española:
conciencia.
1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.
2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.
En mi opinión, y además de lo que la RAE dicta desde el punto de vista gramatical de la palabra, hay otra interpretación que va más allá, o que tiene una raíz más espiritual: me gusta suponer que la conciencia es la voz de Dios en nuestro interior. (Dios, o su significado equivalente, lo puede cambiar, quien se sienta incómodo con la palabra, por otras como Creador, Fuente, Divinidad, o por el que le parezca más apropiado)
A lo que me refiero es que, además de nuestro conocimiento educacional que nos indica lo que socialmente está considerado y pre-clasificado como “bueno” o “malo”, que son unas leyes dictadas en aras de una buena convivencia grupal y de respeto humano, hay unos principios no escritos, más esenciales, y con los que uno debe sentirse aún más implicado en cumplirlos.
Esos principios tienen como base el amor propio, el respeto, la dignidad, el honor, la honestidad, la honradez, la tolerancia o la piedad, el cariño o el aprecio, la ternura, la decencia, la modestia, la integridad, la rectitud, la justicia… toda una serie de cualidades intrínsecas del Ser Esencial que somos, sobre el cual construimos el que estamos siendo, que es lo que se manifiesta como cuerpo.
Toda esta serie de cualidades esenciales forman un tribunal de justicia interno que es capaz de hacernos notar –pero no juzgar, ya que no es su misión- el grado interno de conformidad o disconformidad con las cosas que hacemos, y nos dejan, con o sin palabras, unas señales que, cuando obramos en desacuerdo con nuestros principios, nos hacen ver claramente que no hemos actuado de acuerdo a nuestros propios deseos.
Podemos auto-engañarnos, por supuesto. Tenemos una habilidad especial para encontrar razones irrazonables y justificaciones injustificables para acallar la conciencia. Podemos gritar desde dentro para que la voz de los intereses apague su voz materialista, y siempre sobresaldrá aunque sea muy levemente por encima de la voz del auto-engaño, y siempre seguiremos escuchándola aunque nos empeñemos en negarla.
El Ser Humano, por principios, es noble, bueno, caritativo, etc. -se puede seguir definiendo con otros adjetivos similares-. La maldad o la mala intención no vienen incorporadas en la naturaleza intrínseca, sino que hay que incorporarlas. Es una decisión propia actuar con una intención contraria a la indulgente esencia de las personas.
¿Entonces no tienen conciencia un asesino o un ladrón? Sí, la tienen. Lo que tal vez no tengan sean ganas de escucharla y menos aún de complacerla. Tal vez pretendan acallarla haciéndole una exposición de todas las desgracias o situaciones que le han llevado a serlo, autojustificándose con una infancia desgraciada, malos tratos, vejaciones, un hogar destruido, una situación económica deplorable, o un odio que está por encima de cualquier conmiseración.
La conciencia es un observador insobornable que nos hace ver lo que, según nuestro modo real de ser y opinar, no es adecuado. No nos impide que lo hagamos. No se interpone ni lo prohíbe. Su función se limita a intervenir -con o sin palabras como ya escribí antes- y por eso a veces se manifiesta con observaciones o reproches –depende de cómo sea el modo que cada uno tiene de relacionarse con su conciencia-, y otras veces es simplemente un aviso mudo, que no necesita decir nada porque ya se lo ha dicho uno mismo en otras ocasiones similares anteriores, y además es consciente de estar actuando de un modo injusto.
Aunque no lo sepamos, todos nos regimos por unas normas interiores, muy sensatas y muy acertadas, que si las cumpliéramos en todas las ocasiones nos permitirían sentir una paz interna de absoluta conformidad y una sensación impagable de sentirnos a gusto con nosotros mismos disfrutando del sentimiento de estar respetándonos, y de estar haciendo nuestras cosas “bien”.
La conciencia es la manifestación primera de nuestro Ser Esencial –el que somos en esencia-, de nuestra parte Divina –sí, todos tenemos desde que nacemos un componente divino en nuestra composición-, y del amor y respeto que nos debemos –y obedecerla nos lleva a reconciliarnos con nosotros mismos-.
La conciencia –esa abuela que a veces nos regaña pero siempre para nuestro beneficio- sólo mira por nuestro bienestar. Es su misión. Allanar el camino para que cada vez nos sea más fácil contactar con lo que casi hemos proscrito a la oscuridad y nos limitamos a usar en contadas ocasiones especiales, que es nuestra parte sobrenatural y sobrehumana, y propiciar que nos vayamos despojando de las máscaras y los personajes que nos hemos inventado para luchar contra la vida fuera de lo que realmente somos.
Además, tengo la sospecha de que en alguna ocasión habrás desobedecido sus sugerencias y te habrás arrepentido más tarde por ello. Y ya sabes que la sensación que queda es indescriptible, pero se asemeja a la suma de una tristeza inexplicable relacionada con haberse fallado a sí mismo en algo que es importante, al mismo tiempo que uno trata de restarle importancia para que no se convierta en un enfado largo, y también se siente una voz levemente firme que desde el fondo se compromete a estar más atento la próxima vez para no fallar y no tener que volver a pasar por esta situación, pero también se siente que hay una mano tenue que se une a la nuestra y se compromete a llevarnos adelante a pesar de lo que ha pasado, junto con un estado de ilusión moderada porque se ha aprendido algo y se espera que esta lección sea suficiente, pero ese estado tienen que consolar a la parte afligida, la que se queda estancada en el fallo y no se lo perdona… en fin, que uno sigue adelante pero con los sentimientos confundidos y una tristeza que, poco a poco, desaparecerá.
Eso sí, conviene conocer bien a la conciencia y conocer su modo de actuar o manifestarse, y comenzar a llamar a la conciencia con otros nombres que son su Esencia: Intuición, Sabiduría, Percepción, Discernimiento, Justicia, Rectitud, Honradez, Ética, Dignidad, o Divinidad.
En mi opinión, es en la Conciencia donde confluyen todas las cualidades del Ser, y es desde ese Centro desde donde hemos de regirnos y administrar nuestra vida para hacerlo con justeza y con justicia.
O sea, que es recomendable escucharla y respetarla siempre.
Te dejo con tus reflexiones…
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1677
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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