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Vuélvete la claridad del cielo sin nubes. (técnica meditación) Osho
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Vuélvete la claridad del cielo sin nubes. (técnica meditación) Osho
Cuando te miro a los ojos nunca te veo ahí: es como si estuvieras ausente. Existes ausentemente, y éste es el núcleo de todo sufrimiento. Puedes estar vivo sin estar presente en absoluto, y si no estás presente, tu existencia se volverá un aburrimiento. Y esto es lo que ha sucedido. Así es que cuando te miro a los ojos, no te encuentro ahí. Aún no has llegado, aún tienes que ser. La situación está ahí, y la posibilidad está ahí -tú puedes estar ahí en cualquier momento-, pero aún no lo estás.
Tomar consciencia de esta ausencia es comenzar un viaje hacia la meditación, hacia la trascendencia. Si eres consciente de que, de alguna forma, estás ausente..., existes pero no sabes por qué, no sabes cómo, ni siquiera sabes quién existe dentro de ti. Esta falta de consciencia crea todo el sufrimiento, porque, sin saberlo, todo lo que hagas traerá consigo el sufrimiento. Lo básico no es lo que haces; lo importante es si lo naces con tu presencia o con tu ausencia.
Hagas lo que hagas, si puedes hacerlo con tu presencia total, tu vida se volverá extática; será una dicha. Si haces algo sin tu presencia, ausentemente, tu vida será un sufrimiento: tiene que serlo. El infierno significa tu ausencia.
De modo que hay dos tipos de buscadores: un tipo de buscador está siempre en busca de qué hacer. Ese buscador está en un camino erróneo, porque no se trata en absoluto de hacer. Se trata de ser: qué ser, cómo ser.
Así que no pienses nunca desde el punto de vista de la acción y de hacer, porque, hagas lo que hagas, si tú estás ausente no tendrá sentido.
Dará igual que estés en el mundo o que vivas en un monasterio, que funciones entre la multitud o en un punto aislado de los Himalayas. Estarás ausente aquí y estarás ausente allí, y hagas lo que hagas -entre la multitud o aislado- traerá consigo sufrimiento. Si no estás presente, entonces todo lo que haces está mal.
El segundo tipo, y el tipo correcto, de buscador, no anda en busca de qué hacer, anda en busca de cómo ser. Lo primero es cómo ser.
Un hombre fue a Gautama el Buda. Estaba lleno de compasión, de conmiseración, y le preguntó a Gautama el Buda: «¿Qué puedo hacer para ayudar al mundo?».
Se dice que Buda se rió y le dijo al hombre: «No puedes hacer nada porque no eres. ¿Cómo vas a poder hacer algo si no eres? Así que no pienses en el mundo. No pienses en cómo servir al mundo, en cómo ayudar a los demás». Buda dijo: «Primero, sé; y si eres, entonces, todo lo que haces se vuelve un servicio, se vuelve una oración, se vuelve compasión. Tu presencia es el punto decisivo. Tu ser es la revolución».
De modo que éstos son los dos caminos: el camino de la acción y el camino de la meditación. Son diametralmente opuestos. El camino de la acción se ocupa de ti básicamente en cuanto persona activa, tratará de cambiar tus acciones; tratará de cambiar tu carácter, tu moral, tus relaciones, pero nunca a ti. El camino de la meditación es diametralmente opuesto. No se ocupa de tus acciones; se ocupa directa e inmediatamente de ti. Lo que hagas es irrelevante. Lo relevante es lo que eres. Y eso es básico y primario, porque toda acción se origina en ti.
Recuerda: tus acciones se pueden cambiar y modificar, incluso se pueden reemplazar con acciones diametralmente opuestas, pero no te cambiarán a ti. Ningún cambio externo traerá consigo la revolución interna, porque lo externo es superficial y el centro más íntimo permanece sin tocar; lo que haces no lo toca. Pero a la inversa se produce la revolución: si el centro más íntimo es diferente, la superficie cambia automáticamente. Así que piensa una cuestión básica; sólo entonces podemos adentrarnos en estas técnicas de meditación.
No te preocupes por lo que estés haciendo. Puede que eso sea un truco, puede que eso sea una estratagema para escaparte del problema real. Por ejemplo, eres violento. Puedes hacer todo tipo de esfuerzos para ser no-violento, pensando que si eres no-violento te volverás religioso; que si eres no-violento estarás más cerca de lo divino. Eres cruel, y puede que hagas todo tipo de esfuerzos para ser compasivo.
Puedes hacerlo, y no cambiará nada y seguirás siendo el mismo. Tu crueldad se volverá una parte de tu compasión..., y eso es más peligroso. Tu violencia se volverá una parte de tu no-violencia; eso es más sutil. Serás violentamente no-violento. Tu no-violencia tendrá toda la locura de la violencia, y serás cruel por medio de tu compasión.
Incluso puede que mates por compasión; la gente ha matado. Hay muchas guerras religiosas: se luchan con un talante de compasión. Puedes matar muy compasivamente, muy no-violentamente; puedes matar y asesinar amorosamente, porque estás matando por el bien de la persona a la que estás matando. Le estás matando por sí mismo, por su propio bien, para ayudarle...
Puedes cambiar tus actos, y este esfuerzo para cambiar los actos puede que sea sólo una estratagema para escaparte del cambio básico. El cambio básico es éste: primero tienes que ser. Debes volverte más alerta, más consciente de tu ser; sólo entonces llega a ti una presencia. Nunca te sientes a ti mismo, e incluso cuando a veces te sientes, te sientes a través de los demás: mediante la excitación mediante la estimulación, mediante la reacción.
Es necesaria otra persona, y por vía de la otra persona te puedes sentir a ti mismo. Esto es absurdo.
Solo, sin excitación, sin nadie que haga de espejo, te duermes, te aburres, nunca te sientes a ti mismo. No hay presencia. Vives de manera ausente.
Esta existencia ausente es la mente irreligiosa. Llenarte de tu propia presencia, de la luz de tu propio ser, es volverte religioso. Así que recuerda esto como un punto básico: que lo que me interesa no son tus acciones. Lo que haces es irrelevante. Lo que eres -ausente, presente, consciente, inconsciente- es lo que me interesa. Y estas técnicas en las que vamos a adentrarnos, son técnicas para hacerte más presente, para traerte al aquí y ahora.
O es necesaria otra persona para sentirte a ti mismo, o es necesario el pasado: mediante el pasado, mediante recuerdos pasados, puedes sentir tu identidad. O es necesario el futuro: puedes proyectar en él tus sueños. Puedes proyectar tus ideales, vidas futuras, moksha. O necesitas recuerdos pasados para sentir que eres, o necesitas una proyección futura, o a otra persona, pero tú solo nunca eres suficiente. Ésta es la enfermedad, y a no ser que tú solo seas suficiente, nada será suficiente para ti. Y una vez que tú solo te has vuelto suficiente en ti mismo, has salido victorioso, la lucha ha terminado. Ya no volverá a haber sufrimiento. Ha llegado un punto sin retorno.
Más allá de este punto hay bienaventuranza, dicha eterna. Antes de este punto estás abocado a sufrir, pero, extrañamente, todo el sufrimiento es obra tuya. Es un milagro que crees tu propio sufrimiento. Nadie más lo está creando. Si alguna otra persona lo está creando, entonces es difícil trascenderlo. Si lo está creando el mundo, entonces ¿qué puedes hacer tú? Pero contigo sí puedes hacer algo, eso significa que nadie más está creando tu sufrimiento: es tu propia pesadilla. Y éstos son sus elementos básicos.
Lo primero: sigues pensando que eres, crees que eres. Esto es simplemente una creencia. Nunca te has encontrado contigo mismo, nunca has estado cara a cara contigo mismo; nunca te has encontrado a ti mismo, no ha habido un encuentro. Simplemente crees que eres. Descarta totalmente esta creencia. Ten muy claro que aún tienes que ser, que no eres, porque con esta creencia falsa nunca serás capaz de transformarte. Con esta creencia falsa toda tu vida se volverá falsa.
Gurdjieff solía decir a sus discípulos: «No me preguntes qué hacer. No puedes hacer nada, porque para hacer algo primero serás necesario tú. Y tú no estás presente, así que ¿cómo vas a hacerlo? Puedes pensar en hacer, pero no puedes hacer nada».
Estas técnicas son para ayudarte, para traerte de vuelta; para ayudarte a crear una situación en la que te puedas encontrar a ti mismo. Habrá que destruir muchas cosas: todo lo que es erróneo, todo lo que es falso. Antes de que surja lo real, lo falso tendrá que irse; debe cesar. Y éstas son las ideas falsas: que eres. Éstas son las ideas falsas: que eres un alma, atma, que eres Brahma. No es que no lo seas, pero estas ideas son falsas.
Gurdjieff tuvo que hacer hincapié en que no tienes alma. Contra todas las tradiciones, insistió en que «el hombre no tiene alma. El alma es simplemente una posibilidad: puede ser, puede que no sea. Hay que conseguirla. Es simplemente una semilla».
Y este énfasis es bueno. La posibilidad existe, la potencialidad está ahí, pero aún no es una realidad. Y seguimos leyendo el Gita y los Upanishads y la Biblia, y seguimos considerando que somos el alma: la semilla pensando que es el árbol. El árbol está oculto en ella, pero aún tiene que ser revelado. Y es bueno recordar que puede que sigas siendo una semilla, y puede que mueras siendo una semilla: porque el árbol no puede llegar, el árbol no puede brotar por sí solo. Tienes que hacer algo conscientemente al respecto, porque sólo crece mediante la consciencia.
Hay dos tipos de crecimiento. Uno es el crecimiento inconsciente, natural: si se da la situación.
La cosa crecerá. Pero el alma, el atma, el ser más íntimo, lo divino que hay dentro de ti, es un tipo de crecimiento enteramente diferente. Sólo crece mediante la consciencia. No es natural, sino sobrenatural.
Si se deja a la naturaleza misma, no crecerá; si se deja simplemente a la evolución, nunca evolucionará. Tienes que hacer algo conscientemente, tienes que hacer un esfuerzo consciente al respecto, porque sólo crece mediante la consciencia. Una vez que la consciencia está enfocada en ello, el crecimiento tiene lugar. Estas técnicas son para hacerte más consciente.
Ahora nos adentraremos en las técnicas.
73 Vuélvete la claridad del cielo sin nubes.
Primera técnica: En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad.
En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad. La mente es confusión; no hay claridad. Y la mente siempre está hacinada, siempre está nublada; nunca es un cielo abierto, despejado, vacío. La mente no puede ser eso. No puedes hacer que tu mente esté diáfana; no es la naturaleza de la mente estar así. La mente permanecerá poco clara. Si puedes dejar atrás la mente, si puedes trascender la mente de repente y salir de ella, te sucederá la claridad. Tú puedes tener claridad, pero la mente, no. No hay tal cosa: una mente clara; nunca la ha habido y nunca la habrá. Mente significa falta de claridad, confusión.
Intenta comprender la estructura de la mente, y entonces esta técnica estará clara para ti. ¿Qué es la mente? Un proceso continuo de pensamiento, una procesión continua de pensamientos -asociados, no asociados, relevantes, irrelevantes-, muchas impresiones multidimensionales recogidas de todas partes. La vida entera consiste en recoger, recoger polvo. Y esto sigue y sigue.
Nace un niño. Un niño es diáfano porque no tiene mente. En el momento en que aparece la mente, entra la falta de claridad, la confusión. Un niño es claro, es claridad, pero tendrá que acumular conocimientos, información, cultura, religión, condicionamientos; necesarios, útiles. Tendrá que recoger muchas cosas de todas partes, de muchas fuentes: fuentes opuestas, contradictorias. Recogerá cosas de miles y miles de fuentes. Entonces la mente se convertirá en un mercado, una multitud, y debido a tal cantidad de fuentes, tendrá que haber confusión. E independientemente de lo que recojas, nada es seguro, porque el conocimiento es siempre algo que sigue creciendo.
Recuerdo que alguien me refirió una anécdota. Era un gran investigador, y me contó esto acerca de un profesor suyo que le había dado clase durante cinco años en una universidad médica. El profesor era un gran erudito en su materia. Lo último que hizo fue reunir a sus alumnos y decirles: «Os tengo que enseñar una cosa más. De todo lo que os he enseñado, sólo es correcto el cincuenta por ciento, y el otro cincuenta por ciento es absolutamente erróneo. Pero el problema es que no sé qué cincuenta por ciento es correcto y qué cincuenta por ciento es incorrecto; no lo sé».
Así es todo el edificio del conocimiento. Nada es seguro, nadie sabe, todo el mundo está tanteando. Creamos sistemas tanteando, y hay miles, miles de sistemas. Los hindúes dicen una cosa, los cristianos dicen otra, los musulmanes otra distinta, todas contradictorias, todas contradiciéndose mutuamente; ningún acuerdo, ninguna certeza y todas estas fuentes son las fuentes de tu mente. Vas recogiendo: tu mente se vuelve una chatarrería; tendrá que haber confusión. Sólo una persona que no sabe mucho puede estar segura. Cuanto más sepas, menos seguro estarás.
La gente, la gente primitiva, estaba más segura y aparentemente parecía ser más diáfana. No había claridad: simplemente inconsciencia de los hechos que podrían contradecirlos. Si la mente moderna está más confusa, la razón de ello es que mente moderna sabe más. Si sabes más, estás más confuso, porque ahora tienes más conocimientos, y cuanto más sabes, menos seguro estás. Sólo los idiotas pueden estar seguros, sólo los idiotas pueden ser dogmáticos, sólo los idiotas no dudan nunca. Cuanto más sabes, menos terreno firme queda bajo tus pies, más dubitativo te vuelves. Lo que quiero decir es que cuanto más crece la mente, más sabrás que la naturaleza de la mente es la confusión.
Cuando digo que sólo los idiotas pueden estar seguros, no quiero decir que un Buda es un idiota, porque no está vacilante. Recuerda la diferencia. Él no está seguro, no está vacilante: simplemente tiene claridad. Con la mente, incertidumbre; o la mente idiota, certeza. Sin mente, ambas cosas desaparecen: la certeza y la incertidumbre.
Buda es una claridad, un espacio, un espacio abierto. No está seguro: no hay nada de lo que estar seguro. No está vacilante: no hay nada sobre que vacilar. Sólo alguien que esté buscando la certeza puede estar vacilante. La mente siempre es vacilante y siempre está buscando la certeza, siempre está confusa y siempre está buscando claridad. Un buda es alguien que ha dejado la mente; y con la mente, toda la confusión, toda la certeza, toda la incertidumbre, todo se deja.
Considéralo de esta manera: tu consciencia es como el cielo y tu mente es como las nubes. El cielo nunca es tocado por las nubes. Vienen y van; no dejan ninguna señal. El cielo permanece virgen: ninguna evidencia, ninguna huella, nada de las nubes, ningún recuerdo. Las nubes vienen y van; el cielo permanece inalterado. Esto es lo que ocurre también dentro de ti: la consciencia permanece inalterada. Los pensamientos vienen y van, las mentes se desarrollan y desaparecen. Y no pienses que tienes una sola mente; tienes muchas mentes: es una caterva. Tus mentes siguen cambiando.
Eres comunista, de modo que tienes un cierto tipo de mente. Puedes dejarlo y hacerte anticomunista. Entonces tienes una mente diferente; no sólo diferente, sino justo la opuesta. Puedes seguir cambiando de mente como de ropa. Y sigues cambiando. Puede que no seas consciente de ello: estas nubes vienen y van. La claridad puede lograrse si tomas consciencia del cielo. No te centres en las nubes y céntrate en el cielo. Esta técnica dice: En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad.
Medita con el cielo: un cielo de verano sin nubes, incesantemente vacío y claro, sin nada que se mueva en él, totalmente virginal. Contémplalo, medita con él y entra en esta claridad. Vuélvete esta claridad, esta claridad espacial.
Si meditas con el cielo abierto, sin nubes, de pronto notarás que la mente está desapareciendo, que la mente está cesando. Habrá lagunas. De pronto tomarás consciencia de que es como si el cielo claro hubiese entrado también en ti. Habrá intervalos. Por un tiempo, los pensamientos cesarán: como si el tráfico hubiera cesado y no se moviera ninguno.
Al principio será sólo durante unos momentos, pero incluso esos momentos son transformantes. A la larga, la mente irá más despacio; aparecerán lagunas mayores. Durante minutos seguidos no habrá ningún pensamiento, ninguna nube. Y cuando no hay ningún pensamiento, ninguna nube, el cielo externo y el interno se hacen uno, porque sólo el pensamiento es la barrera, sólo el pensamiento crea el muro; sólo debido al pensamiento lo externo es externo y lo interno es interno. Cuando no hay pensamiento, lo externo y lo interno pierden sus lindes, se hacen uno. En realidad, los lindes nunca existieron. Surgieron a la vista debido al pensamiento, la barrera.
Meditar con el cielo es hermoso. Túmbate para olvidarte de la Tierra; tiéndete de espaldas en una playa solitaria, en algún campo, y simplemente mira el cielo. Pero un cielo claro será útil: sin nubes, sin fin. Y simplemente mirando, mirando fijamente el cielo, siente su claridad -la ausencia de nubes, el espacio ilimitado-, y entonces entra en esa claridad, hazte uno con ella. Siente que te has vuelto el cielo, el espacio.
Al principio, si sólo meditas con el cielo abierto, sin hacer nada más, empezarán a aparecer intervalos, porque todo lo que ves entra en ti. Todo lo que ves te toca por dentro; todo lo que ves queda delineado, reflejado.
Ves un edificio. No puedes simplemente verlo; inmediatamente, algo empieza a suceder dentro de ti. Ves a un hombre, a una mujer; ves un coche..., ves cualquier cosa. No está sólo fuera; algo se ha puesto en marcha por dentro, el reflejo, y has empezado a reaccionar a ello. De modo que todo lo que ves te moldea, te hace, te modifica, te crea. Lo externo está constantemente relacionado con lo interno.
Mirar el cielo abierto es bueno. El espacio en sí es bello, sin límites. Tus propios límites desaparecerán, porque el cielo ilimitado se reflejará dentro de ti. Y será bueno si puedes mirar sin parpadear. Si miras sin parpadear..., porque si parpadeas, tu proceso de pensamiento continuará. Mira sin parpadear. Mira el vacío, entra en ese vacío, siente que te has hecho uno con él, y en cualquier momento el cielo entrará en ti.
Primero entras tú en el cielo y luego el cielo entra en ti. Y hay un encuentro: el cielo interno se une al cielo externo. En ese encuentro hay realización. En ese encuentro no hay mente, porque el encuentro sólo puede ocurrir cuando la mente no está presente. En ese encuentro, por primera vez no eres tu mente. No hay confusión. La confusión no puede existir sin la mente. No hay desdicha, porque la desdicha tampoco puede existir sin la mente.
¿Has observado este hecho alguna vez o no: que la desdicha no puede existir sin tu mente? No puedes ser desdichado sin tu mente. Falta la fuente misma. ¿Quién te proveerá esta desdicha? ¿Quién te hará desdichado? Y esto también es verdad en sentido opuesto: no puedes ser desdichado sin tu mente y no puedes ser dichoso con tu mente. La mente nunca puede ser la fuente de la dicha.
De modo que si el cielo interno y el externo se juntan y desaparece la mente, aunque sea por un momento te llenarás de una nueva vida. La cualidad de esa vida es absolutamente diferente. Es vida eterna, sin contaminar por la muerte, sin contaminar por ningún miedo. En ese encuentro estarás aquí y ahora, en el presente; porque el pasado pertenece a los pensamientos, el futuro pertenece a los pensamientos. El pasado y el futuro forman parte de tu mente. El presente es la existencia: no forma parte de tu mente.
Este momento no pertenece a tu mente. El momento que se ha ido le pertenece, el momento que está por llegar le pertenece a tu mente. Este momento nunca te pertenece. Más bien, tú le perteneces a este momento. Existes aquí; ahora y aquí mismo. Tu mente existe en alguna otra parte, siempre en alguna otra parte.
Descárgate a ti mismo.
Estuve leyendo sobre un místico sufí. Estaba viajando por un sendero solitario, el camino estaba desierto, y vio a un campesino con su carro de bueyes. El carro estaba atascado en el barro. El camino era cerril. El campesino estaba llevando una gran carga de manzanas en su carro de bueyes, pero en alguna parte del camino cerril, el tablero de sujeción del carromato se soltó y las manzanas se desparramaron. Pero él no se dio cuenta; el campesino no se dio cuenta.
Cuando el carro se atascó en el barro, por un momento, intentó sacarlo de algún modo, pero todos sus fuerzas fueron en vano, así que pensó: «Ah, debo descargar mi carro; entonces quizá pueda desatascarlo.» Miró atrás. Apenas quedaba una docena de manzanas: la carga ya se había descargado. Puedes imaginar su desdicha. El sufí cuenta en sus memorias que el exasperado campesino hizo un comentario: «iAtascado, caray! iAtascado! ¡Y sin una maldita cosa que descargar!». La única posibilidad era que, si podía descargar el, carro, podría salir; pero ahora, ¡nada que descargar!
Afortunadamente, tú no estás atascado de esa manera. Puedes descargar: tu carro está demasiado cargado. Puedes descargar la mente, y en el momento en que la mente no está, vuelas; te vuelves capaz de volar.
Esta técnica -mirar la claridad del cielo y hacerse uno con ella es una de las más practicadas. Esto lo han usado muchas tradiciones. Y es muy útil particularmente para la mente moderna porque no queda nada en la Tierra. En la Tierra no queda nada con lo que meditar: sólo el cielo, miras a tu alrededor, todo está hecho por el hombre, todo es limitado, con un límite, una limitación. Sólo el cielo está aún, afortunadamente, abierto para meditar con él. ..
Prueba esta técnica; resultará útil. Pero recuerda tres cosas. Una: no parpadees; mira fijamente. Incluso si los ojos te empiezan a doler y te caen las lágrimas, no te preocupes. Incluso esas lágrimas formarán parte de la descarga; serán útiles.
Esas lágrimas refrescarán tus ojos y los harán más inocentes: los bañarán. Tú sigue mirando.
Lo segundo: no pienses en el cielo, recuerda. Puedes empezar a pensar en el cielo. Puedes recordar muchos poemas, bellos poemas sobre el cielo: entonces perderás la oportunidad. No debes pensar en el cielo, tienes que entrar en él, tienes que hacerte uno con él; porque si empiezas a pensar en él, se crea de nuevo una barrera. Estás perdiéndote el cielo de nuevo, y estás encerrado otra vez en tu propia mente. No pienses en el cielo. Sé el cielo. Simplemente mira y entra en el cielo, y deja el que cielo entre en ti. Si entras en el cielo, el cielo entrará en ti inmediatamente.
¿Cómo lo puedes hacer? ¿Cómo harás... este entrar en el cielo? Simplemente sigue mirando cada vez más lejos. Sigue mirando: como si estuvieras tratando de encontrar el límite. Entra profundamente. Profundiza todo lo que puedas. Ese mismo movimiento romperá la barrera. Y este método debería practicarse durante al menos cuarenta minutos; menos que eso no servirá, no resultará muy útil.
Cuando realmente sientas que te has hecho uno, entonces puedes cerrar los ojos. Cuando el cielo haya entrado en ti, puedes cerrar los ojos. Podrás verlo también dentro. Entonces no hay necesidad. De modo que sólo después de cuarenta minutos, cuando sientas que ha sucedido la unidad y que hay una comunión y que te has vuelto parte de él y que ya no está la mente, cierra los ojos y permanece con el cielo dentro de ti.
La claridad ayudará al tercer punto: entra en semejante claridad. La claridad ayudará: el cielo sin contaminar, sin nubes. Simplemente sé consciente de la claridad que hay a tu alrededor. No pienses en ella; simplemente sé consciente de la claridad, la pureza, la inocencia. Estas palabras no son para que las repitas. Tienes que sentirlas en vez de pensarlas. Y una vez que mires el cielo, la sensación vendrá, porque no tienes que imaginar estas cosas: están ahí. Si miras, empezarán a ocurrirte.
El cielo es puro, lo más puro que hay en la existencia. Nada lo hace impuro. Los mundos vienen y van, hay Tierras y luego desaparecen, y el cielo permanece puro. La pureza existe. No necesitas proyectarla; simplemente tienes que sentirla -ser vulnerable a ella para poder sentirla- y la claridad está ahí. Deja que el cielo te suceda. No puedes forzarlo; sólo puedes permitir que suceda.
Todas las meditaciones son realmente permitir que algo suceda. Nunca pienses desde el punto de vista de la agresión, nunca pienses en función de forzar algo. No puedes forzar nada. En realidad, has creado toda la desdicha porque has estado tratando de forzar. No se puede forzar nada, pero puedes dejar que sucedan las cosas. Sé femenino. Deja que sucedan las cosas. Sé pasivo. El cielo es absolutamente pasivo: no hace nada en absoluto, tan sólo permanece ahí. Simplemente sé pasivo y permanece bajo el cielo -vulnerable, abierto, femenino, sin ninguna agresión por tu parte-, y entonces el cielo penetrará en ti.
En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad.
Pero ¿qué puedes hacer si no es verano? -Si el cielo está nublado, si no está claro, entonces cierra, los ojos y entra en el cielo interno. Simplemente cierra los ojos, y si ves algunos pensamientos, velos como si fueran nubes flotando en el cielo. Sé consciente del fondo, el cielo, y sé indiferente a los pensamientos.
Estamos demasiado ocupados con los pensamientos y nunca somos conscientes de las lagunas. Pasa un pensamiento y, antes de que entre otro, hay un intervalo: en ese intervalo está el cielo. Entonces, cuando no hay pensamiento, ¿qué hay? Hay el vacío. De modo que si el cielo está nublado -no es verano y si el cielo no está claro cierra los ojos, enfoca tu mente en lo más profundo, el cielo interno en el que los pensamientos vienen y van. No prestes mucha atención a los pensamientos; presta atención al espacio en que se mueven.
Por ejemplo, estamos sentados en esta habitación. Puedo mirar esta habitación de dos maneras. O te miro a ti, de manera que soy indiferente al espacio en el que estás, a la espaciosidad, al recinto en el que estás -te miro a ti, enfoco mi mente en ti, que estás aquí, y no en la habitación en la que estás-, o puedo cambiar de enfoque: puedo mirar la habitación, y me vuelvo indiferente a ti. Tú estás aquí, pero mi énfasis, mi enfoque, está en la habitación. Entonces toda la perspectiva cambia.
Simplemente haz esto en el mundo interno. Mira el espacio. Los pensamientos se están moviendo en él: sé indiferente a ellos, no les prestes atención. Están ahí; toma nota de que están ahí, moviéndose. El tráfico está moviéndose en la calle. Mira la calle y sé indiferente al tráfico. No mires a ver quién está pasando; simplemente ten conocimiento de que algo está pasando y sé consciente del espacio en el que está pasando. Entonces el cielo estival sucede dentro.
No hay necesidad de esperar a que llegue el verano, porque nuestras mentes son de tal manera que pueden encontrar cualquier excusa. Dirán: «No es verano, e incluso si es verano, el cielo no está claro».
Tomar consciencia de esta ausencia es comenzar un viaje hacia la meditación, hacia la trascendencia. Si eres consciente de que, de alguna forma, estás ausente..., existes pero no sabes por qué, no sabes cómo, ni siquiera sabes quién existe dentro de ti. Esta falta de consciencia crea todo el sufrimiento, porque, sin saberlo, todo lo que hagas traerá consigo el sufrimiento. Lo básico no es lo que haces; lo importante es si lo naces con tu presencia o con tu ausencia.
Hagas lo que hagas, si puedes hacerlo con tu presencia total, tu vida se volverá extática; será una dicha. Si haces algo sin tu presencia, ausentemente, tu vida será un sufrimiento: tiene que serlo. El infierno significa tu ausencia.
De modo que hay dos tipos de buscadores: un tipo de buscador está siempre en busca de qué hacer. Ese buscador está en un camino erróneo, porque no se trata en absoluto de hacer. Se trata de ser: qué ser, cómo ser.
Así que no pienses nunca desde el punto de vista de la acción y de hacer, porque, hagas lo que hagas, si tú estás ausente no tendrá sentido.
Dará igual que estés en el mundo o que vivas en un monasterio, que funciones entre la multitud o en un punto aislado de los Himalayas. Estarás ausente aquí y estarás ausente allí, y hagas lo que hagas -entre la multitud o aislado- traerá consigo sufrimiento. Si no estás presente, entonces todo lo que haces está mal.
El segundo tipo, y el tipo correcto, de buscador, no anda en busca de qué hacer, anda en busca de cómo ser. Lo primero es cómo ser.
Un hombre fue a Gautama el Buda. Estaba lleno de compasión, de conmiseración, y le preguntó a Gautama el Buda: «¿Qué puedo hacer para ayudar al mundo?».
Se dice que Buda se rió y le dijo al hombre: «No puedes hacer nada porque no eres. ¿Cómo vas a poder hacer algo si no eres? Así que no pienses en el mundo. No pienses en cómo servir al mundo, en cómo ayudar a los demás». Buda dijo: «Primero, sé; y si eres, entonces, todo lo que haces se vuelve un servicio, se vuelve una oración, se vuelve compasión. Tu presencia es el punto decisivo. Tu ser es la revolución».
De modo que éstos son los dos caminos: el camino de la acción y el camino de la meditación. Son diametralmente opuestos. El camino de la acción se ocupa de ti básicamente en cuanto persona activa, tratará de cambiar tus acciones; tratará de cambiar tu carácter, tu moral, tus relaciones, pero nunca a ti. El camino de la meditación es diametralmente opuesto. No se ocupa de tus acciones; se ocupa directa e inmediatamente de ti. Lo que hagas es irrelevante. Lo relevante es lo que eres. Y eso es básico y primario, porque toda acción se origina en ti.
Recuerda: tus acciones se pueden cambiar y modificar, incluso se pueden reemplazar con acciones diametralmente opuestas, pero no te cambiarán a ti. Ningún cambio externo traerá consigo la revolución interna, porque lo externo es superficial y el centro más íntimo permanece sin tocar; lo que haces no lo toca. Pero a la inversa se produce la revolución: si el centro más íntimo es diferente, la superficie cambia automáticamente. Así que piensa una cuestión básica; sólo entonces podemos adentrarnos en estas técnicas de meditación.
No te preocupes por lo que estés haciendo. Puede que eso sea un truco, puede que eso sea una estratagema para escaparte del problema real. Por ejemplo, eres violento. Puedes hacer todo tipo de esfuerzos para ser no-violento, pensando que si eres no-violento te volverás religioso; que si eres no-violento estarás más cerca de lo divino. Eres cruel, y puede que hagas todo tipo de esfuerzos para ser compasivo.
Puedes hacerlo, y no cambiará nada y seguirás siendo el mismo. Tu crueldad se volverá una parte de tu compasión..., y eso es más peligroso. Tu violencia se volverá una parte de tu no-violencia; eso es más sutil. Serás violentamente no-violento. Tu no-violencia tendrá toda la locura de la violencia, y serás cruel por medio de tu compasión.
Incluso puede que mates por compasión; la gente ha matado. Hay muchas guerras religiosas: se luchan con un talante de compasión. Puedes matar muy compasivamente, muy no-violentamente; puedes matar y asesinar amorosamente, porque estás matando por el bien de la persona a la que estás matando. Le estás matando por sí mismo, por su propio bien, para ayudarle...
Puedes cambiar tus actos, y este esfuerzo para cambiar los actos puede que sea sólo una estratagema para escaparte del cambio básico. El cambio básico es éste: primero tienes que ser. Debes volverte más alerta, más consciente de tu ser; sólo entonces llega a ti una presencia. Nunca te sientes a ti mismo, e incluso cuando a veces te sientes, te sientes a través de los demás: mediante la excitación mediante la estimulación, mediante la reacción.
Es necesaria otra persona, y por vía de la otra persona te puedes sentir a ti mismo. Esto es absurdo.
Solo, sin excitación, sin nadie que haga de espejo, te duermes, te aburres, nunca te sientes a ti mismo. No hay presencia. Vives de manera ausente.
Esta existencia ausente es la mente irreligiosa. Llenarte de tu propia presencia, de la luz de tu propio ser, es volverte religioso. Así que recuerda esto como un punto básico: que lo que me interesa no son tus acciones. Lo que haces es irrelevante. Lo que eres -ausente, presente, consciente, inconsciente- es lo que me interesa. Y estas técnicas en las que vamos a adentrarnos, son técnicas para hacerte más presente, para traerte al aquí y ahora.
O es necesaria otra persona para sentirte a ti mismo, o es necesario el pasado: mediante el pasado, mediante recuerdos pasados, puedes sentir tu identidad. O es necesario el futuro: puedes proyectar en él tus sueños. Puedes proyectar tus ideales, vidas futuras, moksha. O necesitas recuerdos pasados para sentir que eres, o necesitas una proyección futura, o a otra persona, pero tú solo nunca eres suficiente. Ésta es la enfermedad, y a no ser que tú solo seas suficiente, nada será suficiente para ti. Y una vez que tú solo te has vuelto suficiente en ti mismo, has salido victorioso, la lucha ha terminado. Ya no volverá a haber sufrimiento. Ha llegado un punto sin retorno.
Más allá de este punto hay bienaventuranza, dicha eterna. Antes de este punto estás abocado a sufrir, pero, extrañamente, todo el sufrimiento es obra tuya. Es un milagro que crees tu propio sufrimiento. Nadie más lo está creando. Si alguna otra persona lo está creando, entonces es difícil trascenderlo. Si lo está creando el mundo, entonces ¿qué puedes hacer tú? Pero contigo sí puedes hacer algo, eso significa que nadie más está creando tu sufrimiento: es tu propia pesadilla. Y éstos son sus elementos básicos.
Lo primero: sigues pensando que eres, crees que eres. Esto es simplemente una creencia. Nunca te has encontrado contigo mismo, nunca has estado cara a cara contigo mismo; nunca te has encontrado a ti mismo, no ha habido un encuentro. Simplemente crees que eres. Descarta totalmente esta creencia. Ten muy claro que aún tienes que ser, que no eres, porque con esta creencia falsa nunca serás capaz de transformarte. Con esta creencia falsa toda tu vida se volverá falsa.
Gurdjieff solía decir a sus discípulos: «No me preguntes qué hacer. No puedes hacer nada, porque para hacer algo primero serás necesario tú. Y tú no estás presente, así que ¿cómo vas a hacerlo? Puedes pensar en hacer, pero no puedes hacer nada».
Estas técnicas son para ayudarte, para traerte de vuelta; para ayudarte a crear una situación en la que te puedas encontrar a ti mismo. Habrá que destruir muchas cosas: todo lo que es erróneo, todo lo que es falso. Antes de que surja lo real, lo falso tendrá que irse; debe cesar. Y éstas son las ideas falsas: que eres. Éstas son las ideas falsas: que eres un alma, atma, que eres Brahma. No es que no lo seas, pero estas ideas son falsas.
Gurdjieff tuvo que hacer hincapié en que no tienes alma. Contra todas las tradiciones, insistió en que «el hombre no tiene alma. El alma es simplemente una posibilidad: puede ser, puede que no sea. Hay que conseguirla. Es simplemente una semilla».
Y este énfasis es bueno. La posibilidad existe, la potencialidad está ahí, pero aún no es una realidad. Y seguimos leyendo el Gita y los Upanishads y la Biblia, y seguimos considerando que somos el alma: la semilla pensando que es el árbol. El árbol está oculto en ella, pero aún tiene que ser revelado. Y es bueno recordar que puede que sigas siendo una semilla, y puede que mueras siendo una semilla: porque el árbol no puede llegar, el árbol no puede brotar por sí solo. Tienes que hacer algo conscientemente al respecto, porque sólo crece mediante la consciencia.
Hay dos tipos de crecimiento. Uno es el crecimiento inconsciente, natural: si se da la situación.
La cosa crecerá. Pero el alma, el atma, el ser más íntimo, lo divino que hay dentro de ti, es un tipo de crecimiento enteramente diferente. Sólo crece mediante la consciencia. No es natural, sino sobrenatural.
Si se deja a la naturaleza misma, no crecerá; si se deja simplemente a la evolución, nunca evolucionará. Tienes que hacer algo conscientemente, tienes que hacer un esfuerzo consciente al respecto, porque sólo crece mediante la consciencia. Una vez que la consciencia está enfocada en ello, el crecimiento tiene lugar. Estas técnicas son para hacerte más consciente.
Ahora nos adentraremos en las técnicas.
73 Vuélvete la claridad del cielo sin nubes.
Primera técnica: En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad.
En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad. La mente es confusión; no hay claridad. Y la mente siempre está hacinada, siempre está nublada; nunca es un cielo abierto, despejado, vacío. La mente no puede ser eso. No puedes hacer que tu mente esté diáfana; no es la naturaleza de la mente estar así. La mente permanecerá poco clara. Si puedes dejar atrás la mente, si puedes trascender la mente de repente y salir de ella, te sucederá la claridad. Tú puedes tener claridad, pero la mente, no. No hay tal cosa: una mente clara; nunca la ha habido y nunca la habrá. Mente significa falta de claridad, confusión.
Intenta comprender la estructura de la mente, y entonces esta técnica estará clara para ti. ¿Qué es la mente? Un proceso continuo de pensamiento, una procesión continua de pensamientos -asociados, no asociados, relevantes, irrelevantes-, muchas impresiones multidimensionales recogidas de todas partes. La vida entera consiste en recoger, recoger polvo. Y esto sigue y sigue.
Nace un niño. Un niño es diáfano porque no tiene mente. En el momento en que aparece la mente, entra la falta de claridad, la confusión. Un niño es claro, es claridad, pero tendrá que acumular conocimientos, información, cultura, religión, condicionamientos; necesarios, útiles. Tendrá que recoger muchas cosas de todas partes, de muchas fuentes: fuentes opuestas, contradictorias. Recogerá cosas de miles y miles de fuentes. Entonces la mente se convertirá en un mercado, una multitud, y debido a tal cantidad de fuentes, tendrá que haber confusión. E independientemente de lo que recojas, nada es seguro, porque el conocimiento es siempre algo que sigue creciendo.
Recuerdo que alguien me refirió una anécdota. Era un gran investigador, y me contó esto acerca de un profesor suyo que le había dado clase durante cinco años en una universidad médica. El profesor era un gran erudito en su materia. Lo último que hizo fue reunir a sus alumnos y decirles: «Os tengo que enseñar una cosa más. De todo lo que os he enseñado, sólo es correcto el cincuenta por ciento, y el otro cincuenta por ciento es absolutamente erróneo. Pero el problema es que no sé qué cincuenta por ciento es correcto y qué cincuenta por ciento es incorrecto; no lo sé».
Así es todo el edificio del conocimiento. Nada es seguro, nadie sabe, todo el mundo está tanteando. Creamos sistemas tanteando, y hay miles, miles de sistemas. Los hindúes dicen una cosa, los cristianos dicen otra, los musulmanes otra distinta, todas contradictorias, todas contradiciéndose mutuamente; ningún acuerdo, ninguna certeza y todas estas fuentes son las fuentes de tu mente. Vas recogiendo: tu mente se vuelve una chatarrería; tendrá que haber confusión. Sólo una persona que no sabe mucho puede estar segura. Cuanto más sepas, menos seguro estarás.
La gente, la gente primitiva, estaba más segura y aparentemente parecía ser más diáfana. No había claridad: simplemente inconsciencia de los hechos que podrían contradecirlos. Si la mente moderna está más confusa, la razón de ello es que mente moderna sabe más. Si sabes más, estás más confuso, porque ahora tienes más conocimientos, y cuanto más sabes, menos seguro estás. Sólo los idiotas pueden estar seguros, sólo los idiotas pueden ser dogmáticos, sólo los idiotas no dudan nunca. Cuanto más sabes, menos terreno firme queda bajo tus pies, más dubitativo te vuelves. Lo que quiero decir es que cuanto más crece la mente, más sabrás que la naturaleza de la mente es la confusión.
Cuando digo que sólo los idiotas pueden estar seguros, no quiero decir que un Buda es un idiota, porque no está vacilante. Recuerda la diferencia. Él no está seguro, no está vacilante: simplemente tiene claridad. Con la mente, incertidumbre; o la mente idiota, certeza. Sin mente, ambas cosas desaparecen: la certeza y la incertidumbre.
Buda es una claridad, un espacio, un espacio abierto. No está seguro: no hay nada de lo que estar seguro. No está vacilante: no hay nada sobre que vacilar. Sólo alguien que esté buscando la certeza puede estar vacilante. La mente siempre es vacilante y siempre está buscando la certeza, siempre está confusa y siempre está buscando claridad. Un buda es alguien que ha dejado la mente; y con la mente, toda la confusión, toda la certeza, toda la incertidumbre, todo se deja.
Considéralo de esta manera: tu consciencia es como el cielo y tu mente es como las nubes. El cielo nunca es tocado por las nubes. Vienen y van; no dejan ninguna señal. El cielo permanece virgen: ninguna evidencia, ninguna huella, nada de las nubes, ningún recuerdo. Las nubes vienen y van; el cielo permanece inalterado. Esto es lo que ocurre también dentro de ti: la consciencia permanece inalterada. Los pensamientos vienen y van, las mentes se desarrollan y desaparecen. Y no pienses que tienes una sola mente; tienes muchas mentes: es una caterva. Tus mentes siguen cambiando.
Eres comunista, de modo que tienes un cierto tipo de mente. Puedes dejarlo y hacerte anticomunista. Entonces tienes una mente diferente; no sólo diferente, sino justo la opuesta. Puedes seguir cambiando de mente como de ropa. Y sigues cambiando. Puede que no seas consciente de ello: estas nubes vienen y van. La claridad puede lograrse si tomas consciencia del cielo. No te centres en las nubes y céntrate en el cielo. Esta técnica dice: En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad.
Medita con el cielo: un cielo de verano sin nubes, incesantemente vacío y claro, sin nada que se mueva en él, totalmente virginal. Contémplalo, medita con él y entra en esta claridad. Vuélvete esta claridad, esta claridad espacial.
Si meditas con el cielo abierto, sin nubes, de pronto notarás que la mente está desapareciendo, que la mente está cesando. Habrá lagunas. De pronto tomarás consciencia de que es como si el cielo claro hubiese entrado también en ti. Habrá intervalos. Por un tiempo, los pensamientos cesarán: como si el tráfico hubiera cesado y no se moviera ninguno.
Al principio será sólo durante unos momentos, pero incluso esos momentos son transformantes. A la larga, la mente irá más despacio; aparecerán lagunas mayores. Durante minutos seguidos no habrá ningún pensamiento, ninguna nube. Y cuando no hay ningún pensamiento, ninguna nube, el cielo externo y el interno se hacen uno, porque sólo el pensamiento es la barrera, sólo el pensamiento crea el muro; sólo debido al pensamiento lo externo es externo y lo interno es interno. Cuando no hay pensamiento, lo externo y lo interno pierden sus lindes, se hacen uno. En realidad, los lindes nunca existieron. Surgieron a la vista debido al pensamiento, la barrera.
Meditar con el cielo es hermoso. Túmbate para olvidarte de la Tierra; tiéndete de espaldas en una playa solitaria, en algún campo, y simplemente mira el cielo. Pero un cielo claro será útil: sin nubes, sin fin. Y simplemente mirando, mirando fijamente el cielo, siente su claridad -la ausencia de nubes, el espacio ilimitado-, y entonces entra en esa claridad, hazte uno con ella. Siente que te has vuelto el cielo, el espacio.
Al principio, si sólo meditas con el cielo abierto, sin hacer nada más, empezarán a aparecer intervalos, porque todo lo que ves entra en ti. Todo lo que ves te toca por dentro; todo lo que ves queda delineado, reflejado.
Ves un edificio. No puedes simplemente verlo; inmediatamente, algo empieza a suceder dentro de ti. Ves a un hombre, a una mujer; ves un coche..., ves cualquier cosa. No está sólo fuera; algo se ha puesto en marcha por dentro, el reflejo, y has empezado a reaccionar a ello. De modo que todo lo que ves te moldea, te hace, te modifica, te crea. Lo externo está constantemente relacionado con lo interno.
Mirar el cielo abierto es bueno. El espacio en sí es bello, sin límites. Tus propios límites desaparecerán, porque el cielo ilimitado se reflejará dentro de ti. Y será bueno si puedes mirar sin parpadear. Si miras sin parpadear..., porque si parpadeas, tu proceso de pensamiento continuará. Mira sin parpadear. Mira el vacío, entra en ese vacío, siente que te has hecho uno con él, y en cualquier momento el cielo entrará en ti.
Primero entras tú en el cielo y luego el cielo entra en ti. Y hay un encuentro: el cielo interno se une al cielo externo. En ese encuentro hay realización. En ese encuentro no hay mente, porque el encuentro sólo puede ocurrir cuando la mente no está presente. En ese encuentro, por primera vez no eres tu mente. No hay confusión. La confusión no puede existir sin la mente. No hay desdicha, porque la desdicha tampoco puede existir sin la mente.
¿Has observado este hecho alguna vez o no: que la desdicha no puede existir sin tu mente? No puedes ser desdichado sin tu mente. Falta la fuente misma. ¿Quién te proveerá esta desdicha? ¿Quién te hará desdichado? Y esto también es verdad en sentido opuesto: no puedes ser desdichado sin tu mente y no puedes ser dichoso con tu mente. La mente nunca puede ser la fuente de la dicha.
De modo que si el cielo interno y el externo se juntan y desaparece la mente, aunque sea por un momento te llenarás de una nueva vida. La cualidad de esa vida es absolutamente diferente. Es vida eterna, sin contaminar por la muerte, sin contaminar por ningún miedo. En ese encuentro estarás aquí y ahora, en el presente; porque el pasado pertenece a los pensamientos, el futuro pertenece a los pensamientos. El pasado y el futuro forman parte de tu mente. El presente es la existencia: no forma parte de tu mente.
Este momento no pertenece a tu mente. El momento que se ha ido le pertenece, el momento que está por llegar le pertenece a tu mente. Este momento nunca te pertenece. Más bien, tú le perteneces a este momento. Existes aquí; ahora y aquí mismo. Tu mente existe en alguna otra parte, siempre en alguna otra parte.
Descárgate a ti mismo.
Estuve leyendo sobre un místico sufí. Estaba viajando por un sendero solitario, el camino estaba desierto, y vio a un campesino con su carro de bueyes. El carro estaba atascado en el barro. El camino era cerril. El campesino estaba llevando una gran carga de manzanas en su carro de bueyes, pero en alguna parte del camino cerril, el tablero de sujeción del carromato se soltó y las manzanas se desparramaron. Pero él no se dio cuenta; el campesino no se dio cuenta.
Cuando el carro se atascó en el barro, por un momento, intentó sacarlo de algún modo, pero todos sus fuerzas fueron en vano, así que pensó: «Ah, debo descargar mi carro; entonces quizá pueda desatascarlo.» Miró atrás. Apenas quedaba una docena de manzanas: la carga ya se había descargado. Puedes imaginar su desdicha. El sufí cuenta en sus memorias que el exasperado campesino hizo un comentario: «iAtascado, caray! iAtascado! ¡Y sin una maldita cosa que descargar!». La única posibilidad era que, si podía descargar el, carro, podría salir; pero ahora, ¡nada que descargar!
Afortunadamente, tú no estás atascado de esa manera. Puedes descargar: tu carro está demasiado cargado. Puedes descargar la mente, y en el momento en que la mente no está, vuelas; te vuelves capaz de volar.
Esta técnica -mirar la claridad del cielo y hacerse uno con ella es una de las más practicadas. Esto lo han usado muchas tradiciones. Y es muy útil particularmente para la mente moderna porque no queda nada en la Tierra. En la Tierra no queda nada con lo que meditar: sólo el cielo, miras a tu alrededor, todo está hecho por el hombre, todo es limitado, con un límite, una limitación. Sólo el cielo está aún, afortunadamente, abierto para meditar con él. ..
Prueba esta técnica; resultará útil. Pero recuerda tres cosas. Una: no parpadees; mira fijamente. Incluso si los ojos te empiezan a doler y te caen las lágrimas, no te preocupes. Incluso esas lágrimas formarán parte de la descarga; serán útiles.
Esas lágrimas refrescarán tus ojos y los harán más inocentes: los bañarán. Tú sigue mirando.
Lo segundo: no pienses en el cielo, recuerda. Puedes empezar a pensar en el cielo. Puedes recordar muchos poemas, bellos poemas sobre el cielo: entonces perderás la oportunidad. No debes pensar en el cielo, tienes que entrar en él, tienes que hacerte uno con él; porque si empiezas a pensar en él, se crea de nuevo una barrera. Estás perdiéndote el cielo de nuevo, y estás encerrado otra vez en tu propia mente. No pienses en el cielo. Sé el cielo. Simplemente mira y entra en el cielo, y deja el que cielo entre en ti. Si entras en el cielo, el cielo entrará en ti inmediatamente.
¿Cómo lo puedes hacer? ¿Cómo harás... este entrar en el cielo? Simplemente sigue mirando cada vez más lejos. Sigue mirando: como si estuvieras tratando de encontrar el límite. Entra profundamente. Profundiza todo lo que puedas. Ese mismo movimiento romperá la barrera. Y este método debería practicarse durante al menos cuarenta minutos; menos que eso no servirá, no resultará muy útil.
Cuando realmente sientas que te has hecho uno, entonces puedes cerrar los ojos. Cuando el cielo haya entrado en ti, puedes cerrar los ojos. Podrás verlo también dentro. Entonces no hay necesidad. De modo que sólo después de cuarenta minutos, cuando sientas que ha sucedido la unidad y que hay una comunión y que te has vuelto parte de él y que ya no está la mente, cierra los ojos y permanece con el cielo dentro de ti.
La claridad ayudará al tercer punto: entra en semejante claridad. La claridad ayudará: el cielo sin contaminar, sin nubes. Simplemente sé consciente de la claridad que hay a tu alrededor. No pienses en ella; simplemente sé consciente de la claridad, la pureza, la inocencia. Estas palabras no son para que las repitas. Tienes que sentirlas en vez de pensarlas. Y una vez que mires el cielo, la sensación vendrá, porque no tienes que imaginar estas cosas: están ahí. Si miras, empezarán a ocurrirte.
El cielo es puro, lo más puro que hay en la existencia. Nada lo hace impuro. Los mundos vienen y van, hay Tierras y luego desaparecen, y el cielo permanece puro. La pureza existe. No necesitas proyectarla; simplemente tienes que sentirla -ser vulnerable a ella para poder sentirla- y la claridad está ahí. Deja que el cielo te suceda. No puedes forzarlo; sólo puedes permitir que suceda.
Todas las meditaciones son realmente permitir que algo suceda. Nunca pienses desde el punto de vista de la agresión, nunca pienses en función de forzar algo. No puedes forzar nada. En realidad, has creado toda la desdicha porque has estado tratando de forzar. No se puede forzar nada, pero puedes dejar que sucedan las cosas. Sé femenino. Deja que sucedan las cosas. Sé pasivo. El cielo es absolutamente pasivo: no hace nada en absoluto, tan sólo permanece ahí. Simplemente sé pasivo y permanece bajo el cielo -vulnerable, abierto, femenino, sin ninguna agresión por tu parte-, y entonces el cielo penetrará en ti.
En verano, cuando veas el cielo entero incesantemente claro, entra en semejante claridad.
Pero ¿qué puedes hacer si no es verano? -Si el cielo está nublado, si no está claro, entonces cierra, los ojos y entra en el cielo interno. Simplemente cierra los ojos, y si ves algunos pensamientos, velos como si fueran nubes flotando en el cielo. Sé consciente del fondo, el cielo, y sé indiferente a los pensamientos.
Estamos demasiado ocupados con los pensamientos y nunca somos conscientes de las lagunas. Pasa un pensamiento y, antes de que entre otro, hay un intervalo: en ese intervalo está el cielo. Entonces, cuando no hay pensamiento, ¿qué hay? Hay el vacío. De modo que si el cielo está nublado -no es verano y si el cielo no está claro cierra los ojos, enfoca tu mente en lo más profundo, el cielo interno en el que los pensamientos vienen y van. No prestes mucha atención a los pensamientos; presta atención al espacio en que se mueven.
Por ejemplo, estamos sentados en esta habitación. Puedo mirar esta habitación de dos maneras. O te miro a ti, de manera que soy indiferente al espacio en el que estás, a la espaciosidad, al recinto en el que estás -te miro a ti, enfoco mi mente en ti, que estás aquí, y no en la habitación en la que estás-, o puedo cambiar de enfoque: puedo mirar la habitación, y me vuelvo indiferente a ti. Tú estás aquí, pero mi énfasis, mi enfoque, está en la habitación. Entonces toda la perspectiva cambia.
Simplemente haz esto en el mundo interno. Mira el espacio. Los pensamientos se están moviendo en él: sé indiferente a ellos, no les prestes atención. Están ahí; toma nota de que están ahí, moviéndose. El tráfico está moviéndose en la calle. Mira la calle y sé indiferente al tráfico. No mires a ver quién está pasando; simplemente ten conocimiento de que algo está pasando y sé consciente del espacio en el que está pasando. Entonces el cielo estival sucede dentro.
No hay necesidad de esperar a que llegue el verano, porque nuestras mentes son de tal manera que pueden encontrar cualquier excusa. Dirán: «No es verano, e incluso si es verano, el cielo no está claro».
Última edición por Yosoyluzeterna el Vie 23 Sep 2011 - 12:34, editado 1 vez
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Re: Vuélvete la claridad del cielo sin nubes. (técnica meditación) Osho
GRACIAS POR COMPARTIR YO SOY LUZ ETERNA, TE AMO.
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