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LAS VENTAJAS DE USAR EL YO OBSERVADOR
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LAS VENTAJAS DE USAR EL YO OBSERVADOR
LAS VENTAJAS DE USAR EL YO OBSERVADOR
EL CUENTO DEL RELOJ
«Una vez un campesino descubrió que había perdido su reloj en el granero. No era un reloj cualquiera porque tenía un valor sentimental para él.
Después de buscar en todo el heno por un largo tiempo, se rindió y buscó la ayuda de un grupo de niños que jugaban fuera del granero.
Les prometió que quien lo encontrara sería recompensado.
Al oír esto, los niños corrieron dentro del granero, buscaron en todo el pajar y alrededor de él, pero ellos tampoco pudieron encontrar el reloj. Cuando el granjero estaba a punto de dejar de buscar su reloj, un niño se acercó y le pidió otra oportunidad.
El granjero lo miró y pensó: ¿Por qué no? Después de todo, este niño parece bastante sincero.
Así el granjero envió al niño otra vez en el granero. Después de un rato, el niño salió con el reloj en la mano. El granjero quedó a la vez feliz y sorprendido, por lo que le preguntó al niño cómo él tuvo éxito cuando los demás habían fracasado.
El niño respondió: No hice nada, sólo me senté en el suelo y escuché. En el silencio, oí el tic tac del reloj y fui a buscarlo en esa dirección.
Una mente tranquila puede pensar mejor que una mente alterada. Déjale unos minutos de silencio a tu mente todos los días y te ayudará a dirigir tu vida en la manera que lo esperas.
En mi opinión EL YO OBSERVADOR, es una de las actitudes imprescindibles en los Procesos de Autoconocimiento –y en cualquier instante de la vida-, y es muy interesante conocerlo y, sobre todo, utilizarlo.
Llamamos Yo Observador a la “capacidad objetiva” de percibir y percibirnos, a un estado de vigilancia en el que uno atiende a lo que sucede y lo que le sucede de un modo más atento de lo habitual, con una consciencia más atenta, y además desde una imparcialidad en la que no hay implicaciones emocionales o personales –aunque se trate de uno mismo- ya que lo que caracteriza a este Yo Observador es, precisamente, su objetividad.
Su función es simple: darse cuenta. Levantar acta notarial de lo que ocurre sin implicarse con opiniones personales o juicios añadidos a la observación.
Convertirse y actuar como el Yo Observador siempre es muy enriquecedor. Se trata de darle preponderancia a esa parte nuestra que es capaz de ser ecuánime, de darse cuenta con pulcritud de lo que sucede -sin añadir ni modificar la realidad que observa-, que parece que es más consciente que cualquiera de los otros yoes que gobiernan nuestra vida.
Es el único de los Yoes que ha quedado inafectado por todo lo que ha acontecido en nuestra vida y aún sigue sin contaminar.
Es una parte nuestra, aunque… en realidad… es muy posible que nosotros seamos exclusivamente ese Observador y que tenemos que lidiar con los otros yoes agregados para imponernos a ellos y dejarles claro quiénes somos en realidad.
Es la parte que ha sido capaz de salir indemne de todos los conflictos personales porque no se ha identificado con ninguno de ellos. Fíjate en esto: cuando ves un problema ajeno eres más capaz de poder encontrar la solución porque lo ves con imparcialidad, porque no te afecta a ti personalmente... ¿cierto?
Así es como tienes que actuar contigo. Ese Yo no juzga, no critica ni da órdenes. Sólo se da cuenta imparcialmente. Y en ese "sólo darse cuenta" es donde reside la objetividad y claridad necesaria para que más tarde -y desde otro sitio- se tome la decisión acerca de lo que se desee hacer con cada asunto. Aporta la realidad y no la idea de la realidad que nosotros podamos tener.
Si uno no pierde la imparcialidad es capaz de ver cada asunto desde la globalidad, desde fuera –donde se aprecia todo el conjunto- y no desde el espacio que está condicionado por nuestras experiencias desagradables anteriores, los traumas, los miedos, las inseguridades, la falta de Amor Propio...
Desde el Yo Observador podemos ser conscientes de nuestras contradicciones, de nuestros altibajos, de nuestros cambios de opinión o idea, o sea… de nuestras inestabilidades e inseguridades. De cómo en un momento pensamos de un modo y cómo cambiamos a pensar de otro modo distinto. Su tarea consiste en ver con los ojos y no con las aflicciones, en no implicarse sino en quedarse absolutamente inafectado, en no sucumbir al alboroto de la mente y sus altibajos y su mutabilidad.
El Yo Observador se da cuenta de la realidad y verifica cuándo los sentimientos se manifiestan equivocadamente, cuándo no estamos siendo nosotros mismos, cuándo hay una contradicción entre lo que deseamos hacer y lo que acabamos haciendo, cuándo fallamos a nuestros principios y a nuestra conciencia, pero… sin una crítica por su parte, sin un reproche. Sólo nos lo hace ver poniéndolo ante nuestra mente y nuestro corazón y nos deja a solas para que lo resolvamos.
El Yo Observador no es la mente ni el pensamiento ni la inteligencia. Es la vigilancia no invasiva, sin palabras, sin expectativas, sin juicios. “Esto es lo que hay”, dice sin palabras. Y uno, entonces, a la vista innegable de esa realidad, decide qué hacer con ella.
Te conviene conocer y usar ese Yo Observador y saber observar y observarte, sin permitir que los sentimientos o los prejuicios o los condicionamientos o los miedos o los traumas se inmiscuyan en tu atención.
Observar NO es teorizar, comparar, especular ni interpretar nada. Es mirar y ver con la intención de comprender.
¿CÓMO ACCEDER AL YO OBSERVADOR?
Es cuestión de práctica y de aprender a controlar a la mente, para que no pretenda inmiscuirse como lo hace con todo. La mente, ha de quedarse fuera.
No se trata de “pensar sobre”, sino de darse cuenta y nada más.
Si está presente la mente opinará, juzgará, pretenderá una acción inmediata.
Si está el Yo Observador, sólo habrá lucidez para ver y comprender.
Acceder a él puede ser muy sencillo o imposible. Eso depende de cada persona. Si no puedes acceder, haz este ejercicio.
Ponte cómodo, cierra los ojos y pon la atención en tu mente. Date cuenta de los pensamientos, de las imágenes, de las sensaciones.
El Yo Observador es ese Yo profundo y central que se da cuenta de la existencia de la mente y sus elucubraciones, de que estás pensando una u otra cosa y que es capaz de darse cuenta de todos los otros Yoes satélites y variables que representamos en cada momento.
Ese que se da cuenta de todo eso, y que comprende que no es la mente, ni los pensamientos, ni las emociones, ni el cuerpo, es el Yo Observador. El que es capaz de distanciarse de todas esas cosas.
El Yo Observador no es el Yo Pensante: es el que se da cuenta de que existe el Pensante.
La meditación y los estados de relajación, de Paz, y el entrenamiento, propician el contacto y el acercamiento. Se puede decir que la mente es el “enemigo” del Yo Observador, o sea que mientras más lejos estés de la mente, mientras menos se entrometa, más cerca estarás de ti mismo.
Recuerda que el que observa eres tú y lo observado son tus circunstancias.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
EL CUENTO DEL RELOJ
«Una vez un campesino descubrió que había perdido su reloj en el granero. No era un reloj cualquiera porque tenía un valor sentimental para él.
Después de buscar en todo el heno por un largo tiempo, se rindió y buscó la ayuda de un grupo de niños que jugaban fuera del granero.
Les prometió que quien lo encontrara sería recompensado.
Al oír esto, los niños corrieron dentro del granero, buscaron en todo el pajar y alrededor de él, pero ellos tampoco pudieron encontrar el reloj. Cuando el granjero estaba a punto de dejar de buscar su reloj, un niño se acercó y le pidió otra oportunidad.
El granjero lo miró y pensó: ¿Por qué no? Después de todo, este niño parece bastante sincero.
Así el granjero envió al niño otra vez en el granero. Después de un rato, el niño salió con el reloj en la mano. El granjero quedó a la vez feliz y sorprendido, por lo que le preguntó al niño cómo él tuvo éxito cuando los demás habían fracasado.
El niño respondió: No hice nada, sólo me senté en el suelo y escuché. En el silencio, oí el tic tac del reloj y fui a buscarlo en esa dirección.
Una mente tranquila puede pensar mejor que una mente alterada. Déjale unos minutos de silencio a tu mente todos los días y te ayudará a dirigir tu vida en la manera que lo esperas.
En mi opinión EL YO OBSERVADOR, es una de las actitudes imprescindibles en los Procesos de Autoconocimiento –y en cualquier instante de la vida-, y es muy interesante conocerlo y, sobre todo, utilizarlo.
Llamamos Yo Observador a la “capacidad objetiva” de percibir y percibirnos, a un estado de vigilancia en el que uno atiende a lo que sucede y lo que le sucede de un modo más atento de lo habitual, con una consciencia más atenta, y además desde una imparcialidad en la que no hay implicaciones emocionales o personales –aunque se trate de uno mismo- ya que lo que caracteriza a este Yo Observador es, precisamente, su objetividad.
Su función es simple: darse cuenta. Levantar acta notarial de lo que ocurre sin implicarse con opiniones personales o juicios añadidos a la observación.
Convertirse y actuar como el Yo Observador siempre es muy enriquecedor. Se trata de darle preponderancia a esa parte nuestra que es capaz de ser ecuánime, de darse cuenta con pulcritud de lo que sucede -sin añadir ni modificar la realidad que observa-, que parece que es más consciente que cualquiera de los otros yoes que gobiernan nuestra vida.
Es el único de los Yoes que ha quedado inafectado por todo lo que ha acontecido en nuestra vida y aún sigue sin contaminar.
Es una parte nuestra, aunque… en realidad… es muy posible que nosotros seamos exclusivamente ese Observador y que tenemos que lidiar con los otros yoes agregados para imponernos a ellos y dejarles claro quiénes somos en realidad.
Es la parte que ha sido capaz de salir indemne de todos los conflictos personales porque no se ha identificado con ninguno de ellos. Fíjate en esto: cuando ves un problema ajeno eres más capaz de poder encontrar la solución porque lo ves con imparcialidad, porque no te afecta a ti personalmente... ¿cierto?
Así es como tienes que actuar contigo. Ese Yo no juzga, no critica ni da órdenes. Sólo se da cuenta imparcialmente. Y en ese "sólo darse cuenta" es donde reside la objetividad y claridad necesaria para que más tarde -y desde otro sitio- se tome la decisión acerca de lo que se desee hacer con cada asunto. Aporta la realidad y no la idea de la realidad que nosotros podamos tener.
Si uno no pierde la imparcialidad es capaz de ver cada asunto desde la globalidad, desde fuera –donde se aprecia todo el conjunto- y no desde el espacio que está condicionado por nuestras experiencias desagradables anteriores, los traumas, los miedos, las inseguridades, la falta de Amor Propio...
Desde el Yo Observador podemos ser conscientes de nuestras contradicciones, de nuestros altibajos, de nuestros cambios de opinión o idea, o sea… de nuestras inestabilidades e inseguridades. De cómo en un momento pensamos de un modo y cómo cambiamos a pensar de otro modo distinto. Su tarea consiste en ver con los ojos y no con las aflicciones, en no implicarse sino en quedarse absolutamente inafectado, en no sucumbir al alboroto de la mente y sus altibajos y su mutabilidad.
El Yo Observador se da cuenta de la realidad y verifica cuándo los sentimientos se manifiestan equivocadamente, cuándo no estamos siendo nosotros mismos, cuándo hay una contradicción entre lo que deseamos hacer y lo que acabamos haciendo, cuándo fallamos a nuestros principios y a nuestra conciencia, pero… sin una crítica por su parte, sin un reproche. Sólo nos lo hace ver poniéndolo ante nuestra mente y nuestro corazón y nos deja a solas para que lo resolvamos.
El Yo Observador no es la mente ni el pensamiento ni la inteligencia. Es la vigilancia no invasiva, sin palabras, sin expectativas, sin juicios. “Esto es lo que hay”, dice sin palabras. Y uno, entonces, a la vista innegable de esa realidad, decide qué hacer con ella.
Te conviene conocer y usar ese Yo Observador y saber observar y observarte, sin permitir que los sentimientos o los prejuicios o los condicionamientos o los miedos o los traumas se inmiscuyan en tu atención.
Observar NO es teorizar, comparar, especular ni interpretar nada. Es mirar y ver con la intención de comprender.
¿CÓMO ACCEDER AL YO OBSERVADOR?
Es cuestión de práctica y de aprender a controlar a la mente, para que no pretenda inmiscuirse como lo hace con todo. La mente, ha de quedarse fuera.
No se trata de “pensar sobre”, sino de darse cuenta y nada más.
Si está presente la mente opinará, juzgará, pretenderá una acción inmediata.
Si está el Yo Observador, sólo habrá lucidez para ver y comprender.
Acceder a él puede ser muy sencillo o imposible. Eso depende de cada persona. Si no puedes acceder, haz este ejercicio.
Ponte cómodo, cierra los ojos y pon la atención en tu mente. Date cuenta de los pensamientos, de las imágenes, de las sensaciones.
El Yo Observador es ese Yo profundo y central que se da cuenta de la existencia de la mente y sus elucubraciones, de que estás pensando una u otra cosa y que es capaz de darse cuenta de todos los otros Yoes satélites y variables que representamos en cada momento.
Ese que se da cuenta de todo eso, y que comprende que no es la mente, ni los pensamientos, ni las emociones, ni el cuerpo, es el Yo Observador. El que es capaz de distanciarse de todas esas cosas.
El Yo Observador no es el Yo Pensante: es el que se da cuenta de que existe el Pensante.
La meditación y los estados de relajación, de Paz, y el entrenamiento, propician el contacto y el acercamiento. Se puede decir que la mente es el “enemigo” del Yo Observador, o sea que mientras más lejos estés de la mente, mientras menos se entrometa, más cerca estarás de ti mismo.
Recuerda que el que observa eres tú y lo observado son tus circunstancias.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1678
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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