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ACEPTACIÓN, SÍ. RESIGNACIÓN, NO.
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ACEPTACIÓN, SÍ. RESIGNACIÓN, NO.
ACEPTACIÓN, SÍ. RESIGNACIÓN, NO.
En mi opinión, a lo largo de la vida nos pasan y pasarán muchas cosas por las que sentimos un claro rechazo, que no nos gustan nada, que no queremos tener que afrontar ni soportar, que nos ponen de muy mal humor, pero que a pesar de nuestra oposición y desagrado, no tenemos más remedio que aceptar.
Ante estas situaciones, podemos elegir entre la opción de enfadarnos, apalancarnos en una pataleta infantil en la que no se atiende a razones, enojarse con el mundo o con la vida, sentirse desdichado y favorito de todas las desgracias y los demonios, estancarse en el sufrimiento y no querer salir de él, o… tenemos la otra opción, que es la de comprender qué ha pasado, por qué o para qué ha pasado, qué utilidad nos puede aportar, si podemos o no hacer algo para resolverlo, o sea…actuar como adultos ante unos hechos consumados que ya no se pueden volver hacia atrás para deshacerlos.
Y esta segunda es, por supuesto, la adecuada. La que puede aportar. La que nos puede llevar de la mano tranquilizadora al siguiente paso que es… aceptar lo que ha sucedido. Aceptar, por supuesto, no quiere decir que guste, que a uno le parezca bien, que se esté de acuerdo. Sólo quiere decir que uno ha sido capaz de ver más allá de lo que la rabia inicial permite ver. Que uno ha tratado de encontrarle una explicación, una razón, o por lo menos de entenderlo. Si no hay comprensión no hay aceptación, o sea que la aceptación requiere que haya una comprensión del hecho. Y ese “comprender” se refiere a reconocer y entender –o, por lo menos, vislumbrar- los procesos o motivaciones que han llevado a que suceda lo que ha sucedido.
Comprender es entender sin oposición y sin discusión que las cosas son como son y no son siempre como uno quisiera que fueran, y entender que todas las cosas no dependen de uno mismo ni uno puede pretender controlarlas todas.
Y es a partir de ese paso cuando se puede dar la aceptación.
Aceptar es lo único que puede llevar a la eliminación del sufrimiento, porque lo que hace sufrir es todo lo que no se acepta. Cuando se acepta, porque se reconoce, el sufrimiento no encuentra motivo para seguir estando.
En la resignación hay una conformidad a desgana, aparente, porque por dentro sigue la guerra contra eso indeseado. La frustración sigue viva y la rabia latente y sólo más o menos disimulada. Uno se siente vencido injustamente, maltratado por lo que ha sucedido, víctima, mártir. Aunque disimule y aparente, en realidad está deseando una iracunda venganza para resarcirse. Y t deja un malestar continuo, así que es mejor afrontar lo que sea, comprenderlo, aceptarlo, y de ese modo se diluirá sin dejar sufrimiento. Seguir en la resignación condena a estar irritable y tenso y de ese modo uno se convierte en víctima de su propia obstinación en no aceptar la realidad.
Cuando uno “acepte algo” estará bien que se dé cuenta de si realmente acepta o simplemente se resigna. No es lo mismo. Aceptar conlleva dar el asunto por concluido y cesar toda hostilidad contra lo sucedido. Pasar página y empezar de cero. Resignarse parece que lleva escondido en alguna parte un vengador que pide un resarcimiento. No hay tranquilidad interior. No hay paz.
La aceptación es un proceso consciente, la resignación se hace de un modo inconsciente… pero que provoca malestar. En el primer caso el rol es activo, en el segundo caso es pasivo. En el primer caso uno decide conscientemente y elige la opción que le parece mejor, en el segundo caso uno agacha la cabeza humillado, con una doliente sensación de derrota, maquinando de algún modo el desquite, cosa que le va a mantener intranquilo, infeliz, rencoroso.
Al aceptar no se trata de poner la otra mejilla las veces que hagan falta, no se trata de capitular vencido, de someterse humillado, sino de ser capaz de entender los hechos desde una mente abierta y comprensiva, entender las circunstancias e incluso que hay cosas que no se pueden entender y a pesar de ello uno las ha de aceptar como parte de la vida. No oponerse a lo inevitable e irremediable y aceptarlo, es una buena estrategia. Oponerse desde nuestro ego es una guerra que se va a perder sin duda.
Aceptación sí. Resignación, no. Bienestar, sí. Malestar, no.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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En mi opinión, a lo largo de la vida nos pasan y pasarán muchas cosas por las que sentimos un claro rechazo, que no nos gustan nada, que no queremos tener que afrontar ni soportar, que nos ponen de muy mal humor, pero que a pesar de nuestra oposición y desagrado, no tenemos más remedio que aceptar.
Ante estas situaciones, podemos elegir entre la opción de enfadarnos, apalancarnos en una pataleta infantil en la que no se atiende a razones, enojarse con el mundo o con la vida, sentirse desdichado y favorito de todas las desgracias y los demonios, estancarse en el sufrimiento y no querer salir de él, o… tenemos la otra opción, que es la de comprender qué ha pasado, por qué o para qué ha pasado, qué utilidad nos puede aportar, si podemos o no hacer algo para resolverlo, o sea…actuar como adultos ante unos hechos consumados que ya no se pueden volver hacia atrás para deshacerlos.
Y esta segunda es, por supuesto, la adecuada. La que puede aportar. La que nos puede llevar de la mano tranquilizadora al siguiente paso que es… aceptar lo que ha sucedido. Aceptar, por supuesto, no quiere decir que guste, que a uno le parezca bien, que se esté de acuerdo. Sólo quiere decir que uno ha sido capaz de ver más allá de lo que la rabia inicial permite ver. Que uno ha tratado de encontrarle una explicación, una razón, o por lo menos de entenderlo. Si no hay comprensión no hay aceptación, o sea que la aceptación requiere que haya una comprensión del hecho. Y ese “comprender” se refiere a reconocer y entender –o, por lo menos, vislumbrar- los procesos o motivaciones que han llevado a que suceda lo que ha sucedido.
Comprender es entender sin oposición y sin discusión que las cosas son como son y no son siempre como uno quisiera que fueran, y entender que todas las cosas no dependen de uno mismo ni uno puede pretender controlarlas todas.
Y es a partir de ese paso cuando se puede dar la aceptación.
Aceptar es lo único que puede llevar a la eliminación del sufrimiento, porque lo que hace sufrir es todo lo que no se acepta. Cuando se acepta, porque se reconoce, el sufrimiento no encuentra motivo para seguir estando.
En la resignación hay una conformidad a desgana, aparente, porque por dentro sigue la guerra contra eso indeseado. La frustración sigue viva y la rabia latente y sólo más o menos disimulada. Uno se siente vencido injustamente, maltratado por lo que ha sucedido, víctima, mártir. Aunque disimule y aparente, en realidad está deseando una iracunda venganza para resarcirse. Y t deja un malestar continuo, así que es mejor afrontar lo que sea, comprenderlo, aceptarlo, y de ese modo se diluirá sin dejar sufrimiento. Seguir en la resignación condena a estar irritable y tenso y de ese modo uno se convierte en víctima de su propia obstinación en no aceptar la realidad.
Cuando uno “acepte algo” estará bien que se dé cuenta de si realmente acepta o simplemente se resigna. No es lo mismo. Aceptar conlleva dar el asunto por concluido y cesar toda hostilidad contra lo sucedido. Pasar página y empezar de cero. Resignarse parece que lleva escondido en alguna parte un vengador que pide un resarcimiento. No hay tranquilidad interior. No hay paz.
La aceptación es un proceso consciente, la resignación se hace de un modo inconsciente… pero que provoca malestar. En el primer caso el rol es activo, en el segundo caso es pasivo. En el primer caso uno decide conscientemente y elige la opción que le parece mejor, en el segundo caso uno agacha la cabeza humillado, con una doliente sensación de derrota, maquinando de algún modo el desquite, cosa que le va a mantener intranquilo, infeliz, rencoroso.
Al aceptar no se trata de poner la otra mejilla las veces que hagan falta, no se trata de capitular vencido, de someterse humillado, sino de ser capaz de entender los hechos desde una mente abierta y comprensiva, entender las circunstancias e incluso que hay cosas que no se pueden entender y a pesar de ello uno las ha de aceptar como parte de la vida. No oponerse a lo inevitable e irremediable y aceptarlo, es una buena estrategia. Oponerse desde nuestro ego es una guerra que se va a perder sin duda.
Aceptación sí. Resignación, no. Bienestar, sí. Malestar, no.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1677
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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