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CAPÍTULO 12 - CONVIVIR
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CAPÍTULO 12 - CONVIVIR
CAPÍTULO 12 - CONVIVIR
Este es el capítulo 12 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
“La forma soberana de vivir es convivir: una convivencia cuidada, como se cuida una obra de arte, es la cima del universo”.
(Ortega y Gasset)
Lo que se va a hacer junto a la pareja a lo largo de la relación es convivir. Convivir es “Vivir con”. Vivir en compañía de otro. Y convivir con el otro debería ser algo sencillo, agradable, nada complicado, que no requiera de un esfuerzo extraordinario ni de una tensión insoportable.
Se da por supuesto, desde que se propone la convivencia, que ambos van a cooperar para que sea lo más agradable, lo más cariñosa, lo más satisfactoria… lo más de todo lo mejor.
Y es muy importante tener este principio claro y no regatear esfuerzos para que así sea, porque la calidad de la convivencia, y sin duda de la relación, va a estar marcada por la calidad de la enorme cantidad de momentos que se van a compartir.
Cuando uno se compromete en la Iglesia, no es consciente de lo largo que es “hasta que la muerte nos separe”. Hasta que la relación se extinga por la falta física de uno.
Habrá tiempo de pasar por períodos de euforia y de derrota, momentos de muchas risas y llantos inconsolables, dramas personales o familiares, pesimismo y vitalidad, proyectos que llegarán a su término y otros que se quedarán en el camino, intimidades compartidas, risas, amor, sexo y lujuria; y momentos en que no se querrá ni ver al otro, que se buscará la soledad, que las dudas querrán imponerse, que uno se preguntará si se ha equivocado, que los ojos no serán capaces de ver la luz… y otros en que los abrazos reinarán, las sonrisas se quedarán plantadas en la boca, y los llantos serán de felicidad.
Si uno ama al otro, estará tan pendiente de él como de sí mismo. Y será su deseo instintivo y natural hacer que la convivencia sea un agradable paseo por la vida, y que todo lo mejor sea para el otro que, a su vez, querrá que todo lo mejor sea para uno.
Y se trata de esto: de darle la prioridad que requiere y se merece, de minimizar los conflictos, de acercar los desencuentros, de no bajar la guardia ni el celo en el cuidado de ambos, de poner una sonrisa contagiosa que derrita la seriedad del otro cuando sea necesario, de saber acompañar, de distinguir cuándo se trata sólo de escuchar y callar si es eso lo que se requiere en ese momento, o de cuándo un abrazo silencioso lo resuelve todo… en fin, se trata de amar y ser amado. Y quien tenga la fortuna, o el mérito, de amar y ser amado conocerá la Gloria estando en la Tierra.
Hay que estar preparado para lo que venga, y hay que estar predispuesto a recibirlo y resolverlo con la mejor intención, con buena voluntad, con paciencia –que ha de ser una aliada imprescindible-; desde el cariño, usando la dulzura y la delicadeza cuando sean precisas, y -es necesario volver a repetirlo- con mucho amor.
Que no se olvide que es el amor quien les ha unido y quien puede seguir manteniéndoles unidos en la convivencia.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)
Este es el capítulo 12 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
“La forma soberana de vivir es convivir: una convivencia cuidada, como se cuida una obra de arte, es la cima del universo”.
(Ortega y Gasset)
Lo que se va a hacer junto a la pareja a lo largo de la relación es convivir. Convivir es “Vivir con”. Vivir en compañía de otro. Y convivir con el otro debería ser algo sencillo, agradable, nada complicado, que no requiera de un esfuerzo extraordinario ni de una tensión insoportable.
Se da por supuesto, desde que se propone la convivencia, que ambos van a cooperar para que sea lo más agradable, lo más cariñosa, lo más satisfactoria… lo más de todo lo mejor.
Y es muy importante tener este principio claro y no regatear esfuerzos para que así sea, porque la calidad de la convivencia, y sin duda de la relación, va a estar marcada por la calidad de la enorme cantidad de momentos que se van a compartir.
Cuando uno se compromete en la Iglesia, no es consciente de lo largo que es “hasta que la muerte nos separe”. Hasta que la relación se extinga por la falta física de uno.
Habrá tiempo de pasar por períodos de euforia y de derrota, momentos de muchas risas y llantos inconsolables, dramas personales o familiares, pesimismo y vitalidad, proyectos que llegarán a su término y otros que se quedarán en el camino, intimidades compartidas, risas, amor, sexo y lujuria; y momentos en que no se querrá ni ver al otro, que se buscará la soledad, que las dudas querrán imponerse, que uno se preguntará si se ha equivocado, que los ojos no serán capaces de ver la luz… y otros en que los abrazos reinarán, las sonrisas se quedarán plantadas en la boca, y los llantos serán de felicidad.
Si uno ama al otro, estará tan pendiente de él como de sí mismo. Y será su deseo instintivo y natural hacer que la convivencia sea un agradable paseo por la vida, y que todo lo mejor sea para el otro que, a su vez, querrá que todo lo mejor sea para uno.
Y se trata de esto: de darle la prioridad que requiere y se merece, de minimizar los conflictos, de acercar los desencuentros, de no bajar la guardia ni el celo en el cuidado de ambos, de poner una sonrisa contagiosa que derrita la seriedad del otro cuando sea necesario, de saber acompañar, de distinguir cuándo se trata sólo de escuchar y callar si es eso lo que se requiere en ese momento, o de cuándo un abrazo silencioso lo resuelve todo… en fin, se trata de amar y ser amado. Y quien tenga la fortuna, o el mérito, de amar y ser amado conocerá la Gloria estando en la Tierra.
Hay que estar preparado para lo que venga, y hay que estar predispuesto a recibirlo y resolverlo con la mejor intención, con buena voluntad, con paciencia –que ha de ser una aliada imprescindible-; desde el cariño, usando la dulzura y la delicadeza cuando sean precisas, y -es necesario volver a repetirlo- con mucho amor.
Que no se olvide que es el amor quien les ha unido y quien puede seguir manteniéndoles unidos en la convivencia.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1659
Fecha de inscripción : 15/12/2012

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