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QUE NO TE DUELAN SIEMPRE LAS CRÍTICAS
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QUE NO TE DUELAN SIEMPRE LAS CRÍTICAS
QUE NO TE DUELAN SIEMPRE LAS CRÍTICAS
En mi opinión, esa mala costumbre de enjuiciar los hechos de los otros, o las conductas, o cualquier cosa, y además de un modo desfavorable e incluso ofensivo, es algo que uno debería revisar con exquisita atención porque con su uso indiscriminado –y sin tener derecho a ello- se perjudica –y en muchos casos gravemente- a los otros.
No es lo mismo una opinión que una crítica.
Lo primero es un juicio o una valoración que uno se forma con respecto a algo o alguien, pero es equilibrada y hasta justa, porque uno lo hace de acuerdo a sus conocimientos o ideas, pero sin que en ello haya maldad ni intención de hacer daño, mientras que en la crítica sí existe, soterrada o descaradamente, la maldad, la intención de perjudicar aunque uno no lo quiera reconocer, llegando incluso a justificarlo “yo te lo digo por tu bien”.
Cuando uno lo dice por el bien del otro tiene mucho cuidado de no herir ni perjudicar, de separar el hecho ocurrido de la persona. Habla del hecho y dice con ecuanimidad lo que a su parecer es, pero lo deja ahí. Con ecuanimidad y pulcritud, sin añadir las descalificaciones ni los insultos. Por ejemplo: si un día al cocinar queda la comida un poco salada, no es lo mismo decir “en mi opinión, hoy está un poco salada la comida” –que es cierto- que decir “¡no sabes cocinar!, ¡siempre lo haces mal!, ¡eres torpe y todo lo haces mal!”. Lo primero es una opinión imparcial, lo segundo es una crítica despectiva.
Hay quienes aprovechan el momento de crítica para añadir “LA SOLUCIÓN”. La solución –por supuesto- desde el punto de vista de la persona que lo emite, pero sin valorar que la otra persona es distinta de uno mismo, y sus circunstancias personales y su educación son distintas, y su modo de ver y hacer las cosas es distinto.
Uno debe ser capaz de darse cuenta y valorar que si estuviese en el lugar del otro actuaría EXACTAMENTE IGUAL que lo hace el otro. Por lo tanto no se le puede exigir al otro que actúe como lo hace uno. Todo es distinto.
Hay que tener en cuenta, también, que hay diferentes tipos de críticas: desde la que está bien intencionada -aunque probablemente mal planteada- hasta la que contiene toda la mala intención posible. Me refiero a cuando las cosas se dicen con la clara intención de hacer daño. En este caso incluso uno llega a decir algo más tremendo de lo que realmente piensa porque su intención es hacer daño expresamente.
En estos casos conviene saber responder bien. Si ante la agresiva crítica del otro uno reacciona enojándose, alterándose, enrabietado, de mal humor, hundido… está colaborando con el otro, se está convirtiendo en su cómplice, le está ayudando a conseguir su objetivo.
Lo mejor, por la propia tranquilidad emocional y personal, es no darle importancia a lo que el otro diga. Uno se conoce a sí mismo y lo que el otro le haya dicho no tiene que hacerle cambiar de idea. No debe cuestionárselo.
Hay que hacer todo un trabajo personal para cambiar la reacción de enojo –que se expresa de un modo inconsciente- provocada ante la “agresión” de una crítica por una acción reflexionada y adecuada hecha de un modo consciente.
Se puede tomar la norma de contar hasta diez o hasta cien antes de responder, para que se calme el acaloramiento emocional del momento, o se puede utilizar la realidad como ironía: “eso que dices no es cierto, y lo sabes”, “bueno… es lo que tú dices pero no es cierto”, “si pretendes hacerme daño con eso que has dicho no lo vas a conseguir”, “si crees eso de mí estás equivocado”…
Conviene desdramatizar lo que nos digan de nosotros cuando notamos que en ello no hay objetividad ni ánimo de ayudarnos. Lo que sí podemos hacer es aprovechar la ocasión para ver con objetividad si realmente hay algo de cierto, por si acaso.
Las opiniones, en cambio, sí conviene tenerlas siempre en cuenta. A veces, uno está tan acostumbrado a algo que le parece normal y no lo revisa ni valora. A veces, uno lleva tiempo sin actualizar algunos aspectos de su vida y hay que tener en cuenta que una opinión ajena también puede ser acertada.
Quienes están en un Proceso de Desarrollo Personal tienen que estar siempre atentos. En cualquier momento y de cualquier lugar puede llegarnos una información que nos ayude en esta tarea.
Opiniones, sí. Críticas agresivas o ataques directos malintencionados o reproches injustos o acusaciones injustificadas, no.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo.
(Más artículos en http://buscandome.es/index.php?action=forum)
En mi opinión, esa mala costumbre de enjuiciar los hechos de los otros, o las conductas, o cualquier cosa, y además de un modo desfavorable e incluso ofensivo, es algo que uno debería revisar con exquisita atención porque con su uso indiscriminado –y sin tener derecho a ello- se perjudica –y en muchos casos gravemente- a los otros.
No es lo mismo una opinión que una crítica.
Lo primero es un juicio o una valoración que uno se forma con respecto a algo o alguien, pero es equilibrada y hasta justa, porque uno lo hace de acuerdo a sus conocimientos o ideas, pero sin que en ello haya maldad ni intención de hacer daño, mientras que en la crítica sí existe, soterrada o descaradamente, la maldad, la intención de perjudicar aunque uno no lo quiera reconocer, llegando incluso a justificarlo “yo te lo digo por tu bien”.
Cuando uno lo dice por el bien del otro tiene mucho cuidado de no herir ni perjudicar, de separar el hecho ocurrido de la persona. Habla del hecho y dice con ecuanimidad lo que a su parecer es, pero lo deja ahí. Con ecuanimidad y pulcritud, sin añadir las descalificaciones ni los insultos. Por ejemplo: si un día al cocinar queda la comida un poco salada, no es lo mismo decir “en mi opinión, hoy está un poco salada la comida” –que es cierto- que decir “¡no sabes cocinar!, ¡siempre lo haces mal!, ¡eres torpe y todo lo haces mal!”. Lo primero es una opinión imparcial, lo segundo es una crítica despectiva.
Hay quienes aprovechan el momento de crítica para añadir “LA SOLUCIÓN”. La solución –por supuesto- desde el punto de vista de la persona que lo emite, pero sin valorar que la otra persona es distinta de uno mismo, y sus circunstancias personales y su educación son distintas, y su modo de ver y hacer las cosas es distinto.
Uno debe ser capaz de darse cuenta y valorar que si estuviese en el lugar del otro actuaría EXACTAMENTE IGUAL que lo hace el otro. Por lo tanto no se le puede exigir al otro que actúe como lo hace uno. Todo es distinto.
Hay que tener en cuenta, también, que hay diferentes tipos de críticas: desde la que está bien intencionada -aunque probablemente mal planteada- hasta la que contiene toda la mala intención posible. Me refiero a cuando las cosas se dicen con la clara intención de hacer daño. En este caso incluso uno llega a decir algo más tremendo de lo que realmente piensa porque su intención es hacer daño expresamente.
En estos casos conviene saber responder bien. Si ante la agresiva crítica del otro uno reacciona enojándose, alterándose, enrabietado, de mal humor, hundido… está colaborando con el otro, se está convirtiendo en su cómplice, le está ayudando a conseguir su objetivo.
Lo mejor, por la propia tranquilidad emocional y personal, es no darle importancia a lo que el otro diga. Uno se conoce a sí mismo y lo que el otro le haya dicho no tiene que hacerle cambiar de idea. No debe cuestionárselo.
Hay que hacer todo un trabajo personal para cambiar la reacción de enojo –que se expresa de un modo inconsciente- provocada ante la “agresión” de una crítica por una acción reflexionada y adecuada hecha de un modo consciente.
Se puede tomar la norma de contar hasta diez o hasta cien antes de responder, para que se calme el acaloramiento emocional del momento, o se puede utilizar la realidad como ironía: “eso que dices no es cierto, y lo sabes”, “bueno… es lo que tú dices pero no es cierto”, “si pretendes hacerme daño con eso que has dicho no lo vas a conseguir”, “si crees eso de mí estás equivocado”…
Conviene desdramatizar lo que nos digan de nosotros cuando notamos que en ello no hay objetividad ni ánimo de ayudarnos. Lo que sí podemos hacer es aprovechar la ocasión para ver con objetividad si realmente hay algo de cierto, por si acaso.
Las opiniones, en cambio, sí conviene tenerlas siempre en cuenta. A veces, uno está tan acostumbrado a algo que le parece normal y no lo revisa ni valora. A veces, uno lleva tiempo sin actualizar algunos aspectos de su vida y hay que tener en cuenta que una opinión ajena también puede ser acertada.
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Opiniones, sí. Críticas agresivas o ataques directos malintencionados o reproches injustos o acusaciones injustificadas, no.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1696
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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