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EL AMOR TAMBIÉN ES UN ASUNTO DE LA CABEZA Y NO SÓLO DEL CORAZÓN
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EL AMOR TAMBIÉN ES UN ASUNTO DE LA CABEZA Y NO SÓLO DEL CORAZÓN
EL AMOR TAMBIÉN ES UN ASUNTO DE LA CABEZA Y NO SÓLO DEL CORAZÓN
En mi opinión, eso de mitificar el amor, de que tenga que ser un sentimiento natural e incontrolado al que hay que obedecer ciegamente, de que sea algo que nos sobrepasa y escapa a nuestro control –como si tuviese una vida propia e ingobernable-, de que haya que dejarle que cause todos los estragos que quiera –cuando quiere-, no me parece que sea correcto.
Para mí, el amor es un asunto tanto del corazón –que si es intuitivo y está bien afinado puede aportar una buena sugerencia para marcar el inicio de una relación- como de la cabeza -que también tiene que aportar un poco de cordura a la impulsividad desbocada del corazón-.
El mayor disparate que recuerdo haber oído en mi vida es ese de “Contigo hasta que la muerte nos separe”. Creo que es más conveniente “hasta que el desamor nos separe”, o “hasta un poco antes de que nos podamos empezar a hacer daño”. Y si no existe desamor o no nos hacemos daño… ¡perfecto, sigamos juntos!
Hace unos días escuché una propuesta que no me pareció disparatada: hacer unos contratos de unión o matrimonio que tengan una duración limitada de cuatro años, y que llegada esa fecha ambos decidan libremente si quieren seguir juntos. Sí, lo sé, es impactante la propuesta. Cuesta asimilarla. Es nuestra mentalidad estancada quien se niega a aceptarla.
Si uno de los ingredientes básicos de una relación sentimental es el amor y éste desaparece… entonces ambos han de decidir si les compensa seguir juntos o no. Pero decidir libremente y no quedarse en una relación indeseada sólo porque una vez se firmó un papel.
El corazón no siempre es un buen consejero en asuntos de amor. Es más, hasta podría ser un mal consejero porque se obceca alimentando su ilusión y deja de ver con claridad y objetividad. Idealiza al otro. Le pone en un pedestal. Y oculta o minimiza los defectos del otro si los tiene.
La cabeza –si está bien colocada en su sitio y tiene bien afinada la capacidad de raciocinio- es muy útil. Respeta los sentimientos del corazón pero le hace ver lo que desde su ceguera temporal no es capaz de ver. La relación de pareja no se desarrolla continuamente en el Paraíso ni en una novela rosa ni suena de fondo siempre una banda sonora romántica. Se compone también de muchos más momentos en los que hay que tener los pies en tierra.
En su ceguera –de la que no quiere curarse-, el corazón se puede auto-engañar y puede por tanto engañarle a uno. La cabeza ejerce de juez imparcial que observa con atención y sin implicación cómo se desarrolla el proceso. Así debería ser.
Creo que ya ha quedado claro que no estoy convencido del resultado de los “flechazos” y del “amor a primera vista” –aunque puede que funcione bien uno de cada millón de casos- porque no aportan elementos que confirmen que la relación puede funcionar. En esos casos sólo se tiene una información visual, externa, en la que opina también el deseo, la necesidad de compañía, así como también influye un poco la apetencia sexual, la idealización… en fin, que no son elementos fiables.
La cabeza aporta la sensatez que se requiere para tener un concepto más atinado de la otra persona, con más acierto que la idealización y el deslumbramiento.
Y todo lo expuesto no pretende quitar el brillo de la aura dorada con que se ven los amores, sino aportar el ingrediente necesario que es la sensatez… para que funcione bien.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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En mi opinión, eso de mitificar el amor, de que tenga que ser un sentimiento natural e incontrolado al que hay que obedecer ciegamente, de que sea algo que nos sobrepasa y escapa a nuestro control –como si tuviese una vida propia e ingobernable-, de que haya que dejarle que cause todos los estragos que quiera –cuando quiere-, no me parece que sea correcto.
Para mí, el amor es un asunto tanto del corazón –que si es intuitivo y está bien afinado puede aportar una buena sugerencia para marcar el inicio de una relación- como de la cabeza -que también tiene que aportar un poco de cordura a la impulsividad desbocada del corazón-.
El mayor disparate que recuerdo haber oído en mi vida es ese de “Contigo hasta que la muerte nos separe”. Creo que es más conveniente “hasta que el desamor nos separe”, o “hasta un poco antes de que nos podamos empezar a hacer daño”. Y si no existe desamor o no nos hacemos daño… ¡perfecto, sigamos juntos!
Hace unos días escuché una propuesta que no me pareció disparatada: hacer unos contratos de unión o matrimonio que tengan una duración limitada de cuatro años, y que llegada esa fecha ambos decidan libremente si quieren seguir juntos. Sí, lo sé, es impactante la propuesta. Cuesta asimilarla. Es nuestra mentalidad estancada quien se niega a aceptarla.
Si uno de los ingredientes básicos de una relación sentimental es el amor y éste desaparece… entonces ambos han de decidir si les compensa seguir juntos o no. Pero decidir libremente y no quedarse en una relación indeseada sólo porque una vez se firmó un papel.
El corazón no siempre es un buen consejero en asuntos de amor. Es más, hasta podría ser un mal consejero porque se obceca alimentando su ilusión y deja de ver con claridad y objetividad. Idealiza al otro. Le pone en un pedestal. Y oculta o minimiza los defectos del otro si los tiene.
La cabeza –si está bien colocada en su sitio y tiene bien afinada la capacidad de raciocinio- es muy útil. Respeta los sentimientos del corazón pero le hace ver lo que desde su ceguera temporal no es capaz de ver. La relación de pareja no se desarrolla continuamente en el Paraíso ni en una novela rosa ni suena de fondo siempre una banda sonora romántica. Se compone también de muchos más momentos en los que hay que tener los pies en tierra.
En su ceguera –de la que no quiere curarse-, el corazón se puede auto-engañar y puede por tanto engañarle a uno. La cabeza ejerce de juez imparcial que observa con atención y sin implicación cómo se desarrolla el proceso. Así debería ser.
Creo que ya ha quedado claro que no estoy convencido del resultado de los “flechazos” y del “amor a primera vista” –aunque puede que funcione bien uno de cada millón de casos- porque no aportan elementos que confirmen que la relación puede funcionar. En esos casos sólo se tiene una información visual, externa, en la que opina también el deseo, la necesidad de compañía, así como también influye un poco la apetencia sexual, la idealización… en fin, que no son elementos fiables.
La cabeza aporta la sensatez que se requiere para tener un concepto más atinado de la otra persona, con más acierto que la idealización y el deslumbramiento.
Y todo lo expuesto no pretende quitar el brillo de la aura dorada con que se ven los amores, sino aportar el ingrediente necesario que es la sensatez… para que funcione bien.
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1618
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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