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ES CONVENIENTE CONTROLAR LOS SENTIMIENTOS
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ES CONVENIENTE CONTROLAR LOS SENTIMIENTOS
ES CONVENIENTE CONTROLAR LOS SENTIMIENTOS
La recomendación –casi obligación- de conocer las propias emociones y controlar los sentimientos es evitar que nos controlen a nosotros.
Para que sea más fácil entendernos –ya que hay discrepancias en las definiciones-, llamaremos sentimientos a una forma de expresión de las emociones.
Partimos de la base de que las emociones son reacciones afectivas puras, naturales, pero, en cambio, los sentimientos son manifestaciones que están condicionadas y personalizadas por cada uno y sus circunstancias.
Tenemos seis emociones básicas: asco, alegría, ira, miedo, sorpresa y tristeza. Hay quien las encasilla como buenas y malas, y sugieren fomentar las buenas y desusar las malas.
Tal vez esta sugerencia no sea acertada, y lo correcto sea utilizar cada una de ellas en el momento y modo adecuado.
Por ejemplo la alegría, que estaría catalogada como buena, al manifestar alegría en un entierro puede no quedar bien.
Mostrar tristeza en el momento que se siente, no está mal; lo malo es mostrar tristeza siempre, engancharse a ella y no salir de ese estado.
Es una certeza comprobada que las emociones son expresiones naturales, puras, intrínsecas en el ser humano y, en principio, iguales en todos. Se dice que la manifestación natural de cada una de ellas es correcta y adecuada siempre que no se saquen de su pureza.
De siempre se ha dicho que es imposible controlar los sentimientos porque son ingobernables, que somos sus sufridores y sumisos esclavos, que nadie manda en ellos y que son más fuertes que nosotros. Cierto. Pero también es cierto que eso se puede evitar. Y eso sí: se trata de controlar los sentimientos, pero no las emociones.
Lo malo de seguir permitiendo que se manifiesten cómo y cuando quieran es que no nos permiten una estabilidad emocional, sino que nos pueden llevar al extremo indeseado en el momento indeseado.
Los procesos de Desarrollo Personal tienen como objetivo, entre otras cosas, conocerse en todos los aspectos para poder tomar el control de la propia vida. Eso implica control de los pensamientos, de los deseos, de las prioridades, de las reacciones, de las emociones y de los sentimientos.
Una de las herramientas que podemos utilizar para el control es el autodominio, que sería uno de los resultados visibles del Desarrollo Personal.
El autodominio nos va a proveer de la serenidad necesaria para alcanzar un estado de equilibrio en el que uno no se vea descentrado y descontrolado cada vez que una emoción irrumpe arrasando.
Para conseguirlo conviene seguir un proceso en un orden similar al siguiente:
DESCUBRIMIENTO, ANÁLISIS Y VALORACIÓN.
Observarse. Descubrir las reacciones, las alteraciones, la respuesta emocional o física que tenemos ante la presencia y manifestación de una emoción, el tono de nuestros sentimientos, y si nos quedamos enganchados a ellos o los dejamos diluirse después de manifestados, cómo exteriorizamos nuestras respuestas personales a las emociones y en qué ocasiones generamos respuestas negativas o inadecuadas a la emoción.
¿POR QUÉ?
Una vez detectado y comprobado lo anterior, el siguiente paso es preguntarse el por qué, buscar la razón y el origen, averiguar qué es lo que empuja a manifestar esos sentimientos, el grado de pureza de cada uno, la utilización apropiada. Averiguar el por qué –el origen- es imprescindible porque ello nos conducirá al lugar donde tenemos que aplicar la solución.
COMENZAR A REMEDIARLAS
Una buena sugerencia es comenzar por las más sencillas. De ese modo nos iremos entrenando en el modo de hacerlo y nos será útil para cuando lleguemos a las más complicadas, además de que el hecho de resolver una –y sin necesidad de valorar su dificultad o importancia- fortalecerá nuestro ánimo y Autoestima.
La Inteligencia Emocional es de gran ayuda en estos casos, ya que nos ayuda a comprender y controlar los estados anímicos. Los sentimientos alteran las acciones y los pensamientos. Cuando uno está “cegado por la ira”, es evidente que no va a hacer caso a los pensamientos que tuvo para cuando llegara el caso, y que la razón no tiene permiso para manifestarse. Ahí sí que queda uno a merced de los sentimientos. Y es muy posible que cuando se calme se arrepienta y mucho. El otro resultará herido, uno mismo quedará mal anímicamente, insatisfecho de su actitud, y pesaroso por el resultado de lo que podía haber evitado.
En esos momentos, quien no ha hecho un trabajo de autoconocimiento, y de conocimiento de sus sentimientos, olvida que tiene la posibilidad y la libertad de actuar de otro modo, de hacer lo que Uno Mismo quiere y no lo que sus sentimientos, desbocados, hacen.
El hecho de conocerse bien activa una señal de alarma cuando algo dentro de nosotros se da cuenta de que se va a manifestar un sentimiento de un modo inadecuado. Nos previene. Y es el momento en que, quien ha aprendido a controlar sus sentimientos, impone la cordura, modifica el impulso de reacción descomedido, y aplica el conveniente. Y no me refiero a reprimir la emoción sino a cuidar su manifestación y expresarla del modo adecuado y con la intensidad adecuada.
Lo que se denomina inteligencia emocional nos ayuda a aplicar el entendimiento y la cordura a la manifestación inevitable de las emociones. Se pueden aprender unas formas de comportamiento aplicables cuando las emociones se manifiesten.
Insisto: no son malas las emociones, sino cómo y en qué modo las manifestamos.
El hecho de que cuando permitimos que se manifieste la ira -por ejemplo-, del modo inadecuado, o en el momento inadecuado, o contra la persona que no se lo merece, nos va a llevar, casi inevitablemente, a un estado alterado, descontrolado, y ese momento lo vamos a cambiar por otro que podría haber sido de tranquilidad o de felicidad. Además -en este ejemplo-, la Autoestima, y la relación con Uno Mismo, se van a ver perjudicadas.
Conviene, además -en un caso como el del ejemplo-, o en momentos de miedo o tristeza, no tomar ninguna decisión, porque se corre el riesgo de que no sean acertadas. Es mejor esperar a que las cosas vuelvan a su cauce, y entonces, con serenidad y ecuanimidad, decidir.
SIEMPRE ES MEJOR NO TOMAR DECISIONES NI CUANDO UNO ESTÁ EUFÓRICO NI CUANDO UNO ESTÁ ABATIDO.
Conviene saber controlar los sentimientos, pero sólo cuando es conveniente o apropiado, no todos y no siempre.
Controlar la ira puede ser prudente de cara a los demás, pero puede volverse contra uno mismo si no se expresa.
Controlar la alegría y no permitir que se exprese expansivamente, sin cortapisas, sin medida –salvo en medio de un funeral-, puede ser contraproducente contra uno mismo.
Privarse de sentir esa sensación inenarrable, imprescindible, o tratar de domesticarla reprimiéndola, es un atentado contra uno mismo y contra la capacidad y necesidad de mostrarse alegre.
La envidia es buena en su vertiente positiva, porque motiva a alcanzar lo que se ha hecho envidiable de otra persona. El otro lo consiguió y eso quiere decir que yo también lo puedo conseguir. La envidia es la admiración disfrazada.
El miedo, más allá de que es una señal de aviso de precaución o peligro en ciertos casos, no tiene otra función más que la de frenar, reprimir, asustar, o condicionar, y no aporta nada más que la sensación posterior de arrepentimiento por lo que se hizo o no se hizo asustados por ese miedo.
El rencor es un boomerang que se vuelve contra uno mismo ya que acaba siendo uno el perjudicado por ser rencoroso.
La soberbia tiene poca utilidad, y no encuentro ocasión en la que aplicarla con utilidad.
La venganza es un asunto del ego que nos utiliza para obtener un desagravio por algo que a nosotros, como Seres Humanos separados del ego, no nos afecta, ya que lo que aparente ser un daño causado por otros se puede convertir en una buena ocasión para practicar la comprensión, la aceptación, y el perdón.
La euforia es un exagerado estado-pero falso-, de una duración limitada, que obnubila la razón y hace creer, de un modo ilusorio, que las cosas son como en realidad no son.
La angustia es un estado de carácter negativo, que aporta una tensión y una inquietud que en nada ayudan a ver con claridad lo que está sucediendo.
El amor, en cambio, es grandioso, es vitalista, optimista, abre el corazón y pone en contacto con la generosidad, descubre la humanidad del ser Humano que somos, y hace ver la vida con unos ojos realistas que espantan los temores innecesarios. Y me refiero a todos los tipos de amor sanos: a la familia, a la pareja, a los amigos, e incluso los desconocidos. El amor es, en ese sentido, cósmico y abarca mucho más allá del que ofrecemos a los seres queridos, de los que siempre esperamos –de un modo inconsciente y a pesar de que lo neguemos- que nos recompensen con algo o mucho de su propio amor.
Quien es dueño de sus sentimientos, es dueño de su vida.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales es el creador de la web www.buscandome.es orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.
La recomendación –casi obligación- de conocer las propias emociones y controlar los sentimientos es evitar que nos controlen a nosotros.
Para que sea más fácil entendernos –ya que hay discrepancias en las definiciones-, llamaremos sentimientos a una forma de expresión de las emociones.
Partimos de la base de que las emociones son reacciones afectivas puras, naturales, pero, en cambio, los sentimientos son manifestaciones que están condicionadas y personalizadas por cada uno y sus circunstancias.
Tenemos seis emociones básicas: asco, alegría, ira, miedo, sorpresa y tristeza. Hay quien las encasilla como buenas y malas, y sugieren fomentar las buenas y desusar las malas.
Tal vez esta sugerencia no sea acertada, y lo correcto sea utilizar cada una de ellas en el momento y modo adecuado.
Por ejemplo la alegría, que estaría catalogada como buena, al manifestar alegría en un entierro puede no quedar bien.
Mostrar tristeza en el momento que se siente, no está mal; lo malo es mostrar tristeza siempre, engancharse a ella y no salir de ese estado.
Es una certeza comprobada que las emociones son expresiones naturales, puras, intrínsecas en el ser humano y, en principio, iguales en todos. Se dice que la manifestación natural de cada una de ellas es correcta y adecuada siempre que no se saquen de su pureza.
De siempre se ha dicho que es imposible controlar los sentimientos porque son ingobernables, que somos sus sufridores y sumisos esclavos, que nadie manda en ellos y que son más fuertes que nosotros. Cierto. Pero también es cierto que eso se puede evitar. Y eso sí: se trata de controlar los sentimientos, pero no las emociones.
Lo malo de seguir permitiendo que se manifiesten cómo y cuando quieran es que no nos permiten una estabilidad emocional, sino que nos pueden llevar al extremo indeseado en el momento indeseado.
Los procesos de Desarrollo Personal tienen como objetivo, entre otras cosas, conocerse en todos los aspectos para poder tomar el control de la propia vida. Eso implica control de los pensamientos, de los deseos, de las prioridades, de las reacciones, de las emociones y de los sentimientos.
Una de las herramientas que podemos utilizar para el control es el autodominio, que sería uno de los resultados visibles del Desarrollo Personal.
El autodominio nos va a proveer de la serenidad necesaria para alcanzar un estado de equilibrio en el que uno no se vea descentrado y descontrolado cada vez que una emoción irrumpe arrasando.
Para conseguirlo conviene seguir un proceso en un orden similar al siguiente:
DESCUBRIMIENTO, ANÁLISIS Y VALORACIÓN.
Observarse. Descubrir las reacciones, las alteraciones, la respuesta emocional o física que tenemos ante la presencia y manifestación de una emoción, el tono de nuestros sentimientos, y si nos quedamos enganchados a ellos o los dejamos diluirse después de manifestados, cómo exteriorizamos nuestras respuestas personales a las emociones y en qué ocasiones generamos respuestas negativas o inadecuadas a la emoción.
¿POR QUÉ?
Una vez detectado y comprobado lo anterior, el siguiente paso es preguntarse el por qué, buscar la razón y el origen, averiguar qué es lo que empuja a manifestar esos sentimientos, el grado de pureza de cada uno, la utilización apropiada. Averiguar el por qué –el origen- es imprescindible porque ello nos conducirá al lugar donde tenemos que aplicar la solución.
COMENZAR A REMEDIARLAS
Una buena sugerencia es comenzar por las más sencillas. De ese modo nos iremos entrenando en el modo de hacerlo y nos será útil para cuando lleguemos a las más complicadas, además de que el hecho de resolver una –y sin necesidad de valorar su dificultad o importancia- fortalecerá nuestro ánimo y Autoestima.
La Inteligencia Emocional es de gran ayuda en estos casos, ya que nos ayuda a comprender y controlar los estados anímicos. Los sentimientos alteran las acciones y los pensamientos. Cuando uno está “cegado por la ira”, es evidente que no va a hacer caso a los pensamientos que tuvo para cuando llegara el caso, y que la razón no tiene permiso para manifestarse. Ahí sí que queda uno a merced de los sentimientos. Y es muy posible que cuando se calme se arrepienta y mucho. El otro resultará herido, uno mismo quedará mal anímicamente, insatisfecho de su actitud, y pesaroso por el resultado de lo que podía haber evitado.
En esos momentos, quien no ha hecho un trabajo de autoconocimiento, y de conocimiento de sus sentimientos, olvida que tiene la posibilidad y la libertad de actuar de otro modo, de hacer lo que Uno Mismo quiere y no lo que sus sentimientos, desbocados, hacen.
El hecho de conocerse bien activa una señal de alarma cuando algo dentro de nosotros se da cuenta de que se va a manifestar un sentimiento de un modo inadecuado. Nos previene. Y es el momento en que, quien ha aprendido a controlar sus sentimientos, impone la cordura, modifica el impulso de reacción descomedido, y aplica el conveniente. Y no me refiero a reprimir la emoción sino a cuidar su manifestación y expresarla del modo adecuado y con la intensidad adecuada.
Lo que se denomina inteligencia emocional nos ayuda a aplicar el entendimiento y la cordura a la manifestación inevitable de las emociones. Se pueden aprender unas formas de comportamiento aplicables cuando las emociones se manifiesten.
Insisto: no son malas las emociones, sino cómo y en qué modo las manifestamos.
El hecho de que cuando permitimos que se manifieste la ira -por ejemplo-, del modo inadecuado, o en el momento inadecuado, o contra la persona que no se lo merece, nos va a llevar, casi inevitablemente, a un estado alterado, descontrolado, y ese momento lo vamos a cambiar por otro que podría haber sido de tranquilidad o de felicidad. Además -en este ejemplo-, la Autoestima, y la relación con Uno Mismo, se van a ver perjudicadas.
Conviene, además -en un caso como el del ejemplo-, o en momentos de miedo o tristeza, no tomar ninguna decisión, porque se corre el riesgo de que no sean acertadas. Es mejor esperar a que las cosas vuelvan a su cauce, y entonces, con serenidad y ecuanimidad, decidir.
SIEMPRE ES MEJOR NO TOMAR DECISIONES NI CUANDO UNO ESTÁ EUFÓRICO NI CUANDO UNO ESTÁ ABATIDO.
Conviene saber controlar los sentimientos, pero sólo cuando es conveniente o apropiado, no todos y no siempre.
Controlar la ira puede ser prudente de cara a los demás, pero puede volverse contra uno mismo si no se expresa.
Controlar la alegría y no permitir que se exprese expansivamente, sin cortapisas, sin medida –salvo en medio de un funeral-, puede ser contraproducente contra uno mismo.
Privarse de sentir esa sensación inenarrable, imprescindible, o tratar de domesticarla reprimiéndola, es un atentado contra uno mismo y contra la capacidad y necesidad de mostrarse alegre.
La envidia es buena en su vertiente positiva, porque motiva a alcanzar lo que se ha hecho envidiable de otra persona. El otro lo consiguió y eso quiere decir que yo también lo puedo conseguir. La envidia es la admiración disfrazada.
El miedo, más allá de que es una señal de aviso de precaución o peligro en ciertos casos, no tiene otra función más que la de frenar, reprimir, asustar, o condicionar, y no aporta nada más que la sensación posterior de arrepentimiento por lo que se hizo o no se hizo asustados por ese miedo.
El rencor es un boomerang que se vuelve contra uno mismo ya que acaba siendo uno el perjudicado por ser rencoroso.
La soberbia tiene poca utilidad, y no encuentro ocasión en la que aplicarla con utilidad.
La venganza es un asunto del ego que nos utiliza para obtener un desagravio por algo que a nosotros, como Seres Humanos separados del ego, no nos afecta, ya que lo que aparente ser un daño causado por otros se puede convertir en una buena ocasión para practicar la comprensión, la aceptación, y el perdón.
La euforia es un exagerado estado-pero falso-, de una duración limitada, que obnubila la razón y hace creer, de un modo ilusorio, que las cosas son como en realidad no son.
La angustia es un estado de carácter negativo, que aporta una tensión y una inquietud que en nada ayudan a ver con claridad lo que está sucediendo.
El amor, en cambio, es grandioso, es vitalista, optimista, abre el corazón y pone en contacto con la generosidad, descubre la humanidad del ser Humano que somos, y hace ver la vida con unos ojos realistas que espantan los temores innecesarios. Y me refiero a todos los tipos de amor sanos: a la familia, a la pareja, a los amigos, e incluso los desconocidos. El amor es, en ese sentido, cósmico y abarca mucho más allá del que ofrecemos a los seres queridos, de los que siempre esperamos –de un modo inconsciente y a pesar de que lo neguemos- que nos recompensen con algo o mucho de su propio amor.
Quien es dueño de sus sentimientos, es dueño de su vida.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales es el creador de la web www.buscandome.es orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.
Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1678
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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