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SUEÑOS... SUEÑOS REALIZADOS
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SUEÑOS... SUEÑOS REALIZADOS
LOS SUEÑOS REALIZADOS
Tu espíritu sabe cómo realizar tus sueños.
Aprende a estar atento a las señales y causalidades.
Todo te está indicando que estás en camino de realizar tus sueños anhelados.
Durante el tiempo libre, Francesco jugaba flotando en las nubes rosadas del atardecer, que eran sus preferidas. (Él decía que olían a jazmines.)
De vez en cuando se cruzaba con otros espíritus que estaban en su misma situación, con quienes se saludaba, feliz de compartir la libertad y el placer de estar en el Cielo.
Esto de hablar con sus maestros le estaba empezando a parecer interesante.
Hoy conocería a un nuevo guía.
Ariel le dijo que este nuevo maestro se llamaba Agustín; le contó que era un ser que hablaba sobre los sueños y enseñaba a hacerlos realidad.
Le habían asignado esa misión porque era una de las personas que pudo recibir las señales que Dios le mandaba mientras vivía, y le habían quedado sueños sin cumplir.
Su buen humor y su buena onda, según contó Ariel, lo habían ayudado a tener las antenas de la percepción más alerta, para recibir esas señales.
Francesco no recordaba haber recibido ninguna señal. Se preguntaba si había nacido con la sintonía de su perilla rota o había perdido su antena, en algún momento de su vida.
Agustín, el hacedor de sueños, lo recibió cordialmente y lo invitó a dar un paseo por las nubes rosadas. Pasearon, se llenaron de energía. Un largo silencio los invadió.
Agustín decidió empezar a preguntar.
—Francesco, ¿cuántos sueños cumpliste mientras vivías?
Otro gran silencio inundó el lugar.
—Cuando conocí a la que luego sería mi esposa supe que había encontrado un bálsamo en mi vida. Sentí que era feliz casándome con ella. ¡Eso fue ver un sueño realizado! Los nacimientos de mis hijos fueron otros.
Tener mi primer auto, cambiar de trabajo, cambiar de casa… los viví como etapas de mi vida o planes que fui cumpliendo, pero no los percibí como sueños realizados; quizás no tuve la capacidad de disfrutarlos como yo lo hubiera merecido.
—¡Tú no has tomado conciencia de que podías construir tu propio mundo!
—Para mí, todo era esfuerzo, trabajo, lucha, uno que otro momento compartido con mis amigos, alguna que otra satisfacción y nada más.
No pensé en construir mi mundo; ¡eso era sólo parte de libros de autoayuda en los cuales nunca creí!
—Cuéntame: ¿qué sueños te quedaron sin hacer realidad?
—Muchos. Los últimos años me había hecho al hábito de no hacerme ilusiones, ¡no quería terminar viéndolas derrumbadas!. Entonces, cuando aparecía un sueño en mi vida, yo mismo decía: "Francesco, esto es una locura".
—¿Cuántos años de tu vida pasaste sin permitirte soñar?
—Creo que fueron los últimos diez. Me veía demasiado viejo para hacerlos realidad.
Siempre aparecía alguna excusa para dejarlos sin efecto, y así se me fueron pasando los días, los meses y los años, y también los deseos.
—Y después de esos años vividos casi sin ilusiones, ¿qué pasó?
—Pues… me enfermé. En el mismo momento en que supe que tenía, empecé a sentir que se me venía el mundo encima. Pedía y rogaba que cada estudio médico a los que me sometían saliera bien. Deseaba que me dieran el alta, pero nada de eso sucedía; todo lo contrario, más enfermedad y más muerte.
Y yo soñé con curarme, y te juro que lo pedí con toda el alma, y ése fue el último deseo sin cumplir.
—Vamos por partes, Francesco, ¡después te explicarán lo de tu enfermedad y tu muerte!
Te enseñaré a cumplir tus sueños… ¿De qué te ríes?
—De mí mismo. Llego tarde a todo: ¡tener que morirme para aprender a soñar! Pero no importa; como buen curioso, prometo escucharte con mucha atención.
—Cuando una persona transcurre su vida sin sueños, sin objetivos claros, va como un barco a la deriva. Ese barco se pierde y aparece en un mar desconocido, navega sin rumbo fijo y ahí empiezan las sorpresas. No se sabe en qué tipo de mar se está, dónde está la costa, cuánto tiempo se puede estar sin provisiones. Empiezan entonces a aparecer los miedos, la desesperación y, lo que es peor, el barco sigue perdido.
Cuando se piensa qué rumbo tomar, el barco vuelve a encauzarse en su destino. Entonces, lo primero que tiene que hacer cada persona es preguntarse cuál es el objetivo que quiere que se convierta en sueño concretado.
Como ser único que eres, Dios te ha creado con todas las armas necesarias para realizar los sueños. Puedes cumplir un deseo tras otro, pero para eso hay que tener ciertas condiciones.
—¿Serán las que yo no tuve? ¿Cuáles son esas condiciones?
—Algunas personas están llenas de miedos, frustraciones, obsesiones, resentimientos, dudas, culpas.
Cuando existen estos sentimientos en el corazón y en la mente de una persona, es muy difícil que pueda cumplir sus sueños.
¿Sabes por qué?
—No, dime, por favor.
—Tú cuando pides algo, se lo pides a tu dios, se lo pides a tu suerte, a tu destino, al cosmos, al universo, a un ser querido muerto.
Siempre el hombre busca ayuda de alguien más poderoso que él, sea creyente o ateo.
Sí estás cargado de todos estos sentimientos negativos que te acabo de nombrar, lo que pides no llega, porque vibras mal; la energía positiva se alimenta de pensamientos positivos, de risas, de amor, de generosidad, de buenas acciones y de solidaridad. Esa energía te da una frecuencia más alta para poder ser escuchado por todos los seres de luz que estamos aquí arriba; incluso el universo está puesto a tu disposición y nunca jugará en contra tuya
En un momento te escuché decir que creías no haber recibido ninguna señal de nosotros porque tenías tu antena rota.
Entonces, las señales fueron enviadas, pero tú no las recibiste.
Vamos a imaginar que tú eres una radio y que, a causa de esos sentimientos negativos de los que te hablé no puedes sintonizar bien tu ideal. Entonces, las señales no llegan hacia donde las quieres mandar.
Piensa que la vida es como un eco; si no te ha gustado lo que estuviste recibiendo, entonces tendrías que pensar qué fue lo que estuviste transmitiendo.
Aquí los maestros decimos que, cuando una persona desea algo con toda el alma, todo el cosmos trabaja a favor, siempre y cuando tenga todos sus deseos alineados con una finalidad en su vida. ¡Si supieras que todo es perfecto! Las piezas de la naturaleza están puestas de manera que nada pueda fallar.
Todos estamos dispuestos a ayudar desde aquí arriba, pero muy pocas personas lo saben.
—¿Quieres saber mi opinión?
—Dime, querido alumno.
—Los sueños puestos en palabras suenan muy bonitos; esta linda historia se parece a los cuentos de hadas, pero vivir no es fácil.
Cuando tienes un sueño y empiezas a trabajar para lograrlo, muchas veces aparece, cuando menos te lo esperas, algo que estropea todo. A veces te hace desistir y te quedas con la sensación de fracaso, y te queda tan pegada que ya no te animas a insistir. Con el tiempo, ese amor que vivía dentro de ese sueño se transformó en una cucharada amarga, que ni quieres recordar.
—Es lógico que te suceda eso, y que tantas trabas te terminen acobardando; entonces, para no sufrir, no te llenas de ilusiones, pero igual terminas sufriendo. Es preferible vivir con planes y proyectos, aunque nadie los comparta contigo, que vivir vacío por dentro, y esto te terminó enfermando.
—Agustín, tú has vivido allá ahajo como yo, y sabes que es difícil.
—Claro que sí; podemos cambiar la palabra y decir que es una tarea trabajosa.
—Modifica las palabras, si quieres. No es fácil limpiarme de sentimientos negativos, de miedos y de fracasos, si nadie me enseñó que eran perjudiciales.
Mis padres me educaron enseñándome a callar. Si algo no me gustaba no era cuestión de faltarle al respeto a otra persona… a poner la otra mejilla, y a veces el actuar de ese modo te llena de resentimiento y de culpas. Mis padres fueron tan exigentes que terminé siendo exigente conmigo mismo y, al ser tan tirano, nunca alcancé la perfección. Me permitía cada vez menos errores; pero, aun así, la perfección nunca parecía.
Me enseñaron a ser generoso y yo aprendí muy bien la lección, porque fui tan bueno, que demasiadas personas me defraudaron inmerecidamente. Entonces, me empecé a ver como un inútil.
Esto que me pasó a mí le pasa a mucha gente allá abajo. Así que yo te pregunto: ¿cómo no estar lleno de sentimientos negativos?. Quien no los tenga debería estar canonizado.
—Todas las personas entran con las mismas preguntas, y cada una obtiene las respuestas en el momento indicado. Ahora te voy a pedir que me dejes continuar con el tema de la realización de los sueños, que es mi especialidad.
—Perdón, Agustín, no creo que me puedas convertir en un alumno fácil.
—No te preocupes, que tu maestro tampoco lo fue; uno se acerca a los seres que se nos parecen.
Te daré una receta para realizar un sueño:
Un gran objetivo, un poco de planes y proyectos, todos puestos en orden, desde el más grande hasta el más chico.
Una cucharada de deseo.
Empezar a cocinarlo con amor y paciencia.
El juego de la acción lo va a ir preparando lentamente y el tiempo de cocción va a ser el justo y necesario, para que, una vez finalizado, se lo pueda saborear con todo placer.
Si encuentras un sueño y lo realizas, no dejes de tener otros sueños. Trabaja sin preocupaciones, para que todo se realice. Despreocúpate y simplemente mantén la calma, porque, cuando menos lo pienses, aparecerá.
—¿Sabes? Te escuché con atención. Nunca me di cuenta de que había realizado mis sueños. La capacidad de disfrutarlos debe ser tan importante como la capacidad para realizarlos.
—Disfrutar es la más importante de las capacidades que tiene una persona.
¿Sabes cuál es el enemigo más grande que tiene el ser humano y que no le permite disfrutar de la vida? El miedo.
—Ese miedo que tú nombras es el que me paralizó. Muchas veces sentía que me ataba de pies y manos, que era más fuerte que yo. Me convirtió en un cobarde, me hizo sentir solo, inútil, me hizo perder trabajos y afectos, me limitó hasta donde pudo y creo que me mató más que mi propia enfermedad.
Cuando me enteré de que estaba enfermo, el miedo se convirtió en mi propio enemigo; venía disfrazado de dolor, de sufrimiento, de muerte.
Si los dolores eran fuertes, mis miedos los agudizaban; creo que dejé de tener miedo cuando entré a este lugar.
—Hubo momentos en que el miedo te sirvió para ser prevenido, lo pudiste utilizar como una herramienta para cuidarte.
Bueno, Francesco, por hoy abandonaremos la charla. Si quieres hablar sobre los miedos, mañana te mandaré a Ezequiel, un viejo encantador, que es el encargado de tratar ese tema.
Ahora pídele a Ariel que te lleve al Parque de los Recuerdos; ya verás que te va a encantar.
RECUERDA ESTO POR TODA LA ETERNIDAD, PORQUE YO SOY QUIEN CREE EN LO QUE SUEÑAS.
Tu espíritu sabe cómo realizar tus sueños.
Aprende a estar atento a las señales y causalidades.
Todo te está indicando que estás en camino de realizar tus sueños anhelados.
Durante el tiempo libre, Francesco jugaba flotando en las nubes rosadas del atardecer, que eran sus preferidas. (Él decía que olían a jazmines.)
De vez en cuando se cruzaba con otros espíritus que estaban en su misma situación, con quienes se saludaba, feliz de compartir la libertad y el placer de estar en el Cielo.
Esto de hablar con sus maestros le estaba empezando a parecer interesante.
Hoy conocería a un nuevo guía.
Ariel le dijo que este nuevo maestro se llamaba Agustín; le contó que era un ser que hablaba sobre los sueños y enseñaba a hacerlos realidad.
Le habían asignado esa misión porque era una de las personas que pudo recibir las señales que Dios le mandaba mientras vivía, y le habían quedado sueños sin cumplir.
Su buen humor y su buena onda, según contó Ariel, lo habían ayudado a tener las antenas de la percepción más alerta, para recibir esas señales.
Francesco no recordaba haber recibido ninguna señal. Se preguntaba si había nacido con la sintonía de su perilla rota o había perdido su antena, en algún momento de su vida.
Agustín, el hacedor de sueños, lo recibió cordialmente y lo invitó a dar un paseo por las nubes rosadas. Pasearon, se llenaron de energía. Un largo silencio los invadió.
Agustín decidió empezar a preguntar.
—Francesco, ¿cuántos sueños cumpliste mientras vivías?
Otro gran silencio inundó el lugar.
—Cuando conocí a la que luego sería mi esposa supe que había encontrado un bálsamo en mi vida. Sentí que era feliz casándome con ella. ¡Eso fue ver un sueño realizado! Los nacimientos de mis hijos fueron otros.
Tener mi primer auto, cambiar de trabajo, cambiar de casa… los viví como etapas de mi vida o planes que fui cumpliendo, pero no los percibí como sueños realizados; quizás no tuve la capacidad de disfrutarlos como yo lo hubiera merecido.
—¡Tú no has tomado conciencia de que podías construir tu propio mundo!
—Para mí, todo era esfuerzo, trabajo, lucha, uno que otro momento compartido con mis amigos, alguna que otra satisfacción y nada más.
No pensé en construir mi mundo; ¡eso era sólo parte de libros de autoayuda en los cuales nunca creí!
—Cuéntame: ¿qué sueños te quedaron sin hacer realidad?
—Muchos. Los últimos años me había hecho al hábito de no hacerme ilusiones, ¡no quería terminar viéndolas derrumbadas!. Entonces, cuando aparecía un sueño en mi vida, yo mismo decía: "Francesco, esto es una locura".
—¿Cuántos años de tu vida pasaste sin permitirte soñar?
—Creo que fueron los últimos diez. Me veía demasiado viejo para hacerlos realidad.
Siempre aparecía alguna excusa para dejarlos sin efecto, y así se me fueron pasando los días, los meses y los años, y también los deseos.
—Y después de esos años vividos casi sin ilusiones, ¿qué pasó?
—Pues… me enfermé. En el mismo momento en que supe que tenía, empecé a sentir que se me venía el mundo encima. Pedía y rogaba que cada estudio médico a los que me sometían saliera bien. Deseaba que me dieran el alta, pero nada de eso sucedía; todo lo contrario, más enfermedad y más muerte.
Y yo soñé con curarme, y te juro que lo pedí con toda el alma, y ése fue el último deseo sin cumplir.
—Vamos por partes, Francesco, ¡después te explicarán lo de tu enfermedad y tu muerte!
Te enseñaré a cumplir tus sueños… ¿De qué te ríes?
—De mí mismo. Llego tarde a todo: ¡tener que morirme para aprender a soñar! Pero no importa; como buen curioso, prometo escucharte con mucha atención.
—Cuando una persona transcurre su vida sin sueños, sin objetivos claros, va como un barco a la deriva. Ese barco se pierde y aparece en un mar desconocido, navega sin rumbo fijo y ahí empiezan las sorpresas. No se sabe en qué tipo de mar se está, dónde está la costa, cuánto tiempo se puede estar sin provisiones. Empiezan entonces a aparecer los miedos, la desesperación y, lo que es peor, el barco sigue perdido.
Cuando se piensa qué rumbo tomar, el barco vuelve a encauzarse en su destino. Entonces, lo primero que tiene que hacer cada persona es preguntarse cuál es el objetivo que quiere que se convierta en sueño concretado.
Como ser único que eres, Dios te ha creado con todas las armas necesarias para realizar los sueños. Puedes cumplir un deseo tras otro, pero para eso hay que tener ciertas condiciones.
—¿Serán las que yo no tuve? ¿Cuáles son esas condiciones?
—Algunas personas están llenas de miedos, frustraciones, obsesiones, resentimientos, dudas, culpas.
Cuando existen estos sentimientos en el corazón y en la mente de una persona, es muy difícil que pueda cumplir sus sueños.
¿Sabes por qué?
—No, dime, por favor.
—Tú cuando pides algo, se lo pides a tu dios, se lo pides a tu suerte, a tu destino, al cosmos, al universo, a un ser querido muerto.
Siempre el hombre busca ayuda de alguien más poderoso que él, sea creyente o ateo.
Sí estás cargado de todos estos sentimientos negativos que te acabo de nombrar, lo que pides no llega, porque vibras mal; la energía positiva se alimenta de pensamientos positivos, de risas, de amor, de generosidad, de buenas acciones y de solidaridad. Esa energía te da una frecuencia más alta para poder ser escuchado por todos los seres de luz que estamos aquí arriba; incluso el universo está puesto a tu disposición y nunca jugará en contra tuya
En un momento te escuché decir que creías no haber recibido ninguna señal de nosotros porque tenías tu antena rota.
Entonces, las señales fueron enviadas, pero tú no las recibiste.
Vamos a imaginar que tú eres una radio y que, a causa de esos sentimientos negativos de los que te hablé no puedes sintonizar bien tu ideal. Entonces, las señales no llegan hacia donde las quieres mandar.
Piensa que la vida es como un eco; si no te ha gustado lo que estuviste recibiendo, entonces tendrías que pensar qué fue lo que estuviste transmitiendo.
Aquí los maestros decimos que, cuando una persona desea algo con toda el alma, todo el cosmos trabaja a favor, siempre y cuando tenga todos sus deseos alineados con una finalidad en su vida. ¡Si supieras que todo es perfecto! Las piezas de la naturaleza están puestas de manera que nada pueda fallar.
Todos estamos dispuestos a ayudar desde aquí arriba, pero muy pocas personas lo saben.
—¿Quieres saber mi opinión?
—Dime, querido alumno.
—Los sueños puestos en palabras suenan muy bonitos; esta linda historia se parece a los cuentos de hadas, pero vivir no es fácil.
Cuando tienes un sueño y empiezas a trabajar para lograrlo, muchas veces aparece, cuando menos te lo esperas, algo que estropea todo. A veces te hace desistir y te quedas con la sensación de fracaso, y te queda tan pegada que ya no te animas a insistir. Con el tiempo, ese amor que vivía dentro de ese sueño se transformó en una cucharada amarga, que ni quieres recordar.
—Es lógico que te suceda eso, y que tantas trabas te terminen acobardando; entonces, para no sufrir, no te llenas de ilusiones, pero igual terminas sufriendo. Es preferible vivir con planes y proyectos, aunque nadie los comparta contigo, que vivir vacío por dentro, y esto te terminó enfermando.
—Agustín, tú has vivido allá ahajo como yo, y sabes que es difícil.
—Claro que sí; podemos cambiar la palabra y decir que es una tarea trabajosa.
—Modifica las palabras, si quieres. No es fácil limpiarme de sentimientos negativos, de miedos y de fracasos, si nadie me enseñó que eran perjudiciales.
Mis padres me educaron enseñándome a callar. Si algo no me gustaba no era cuestión de faltarle al respeto a otra persona… a poner la otra mejilla, y a veces el actuar de ese modo te llena de resentimiento y de culpas. Mis padres fueron tan exigentes que terminé siendo exigente conmigo mismo y, al ser tan tirano, nunca alcancé la perfección. Me permitía cada vez menos errores; pero, aun así, la perfección nunca parecía.
Me enseñaron a ser generoso y yo aprendí muy bien la lección, porque fui tan bueno, que demasiadas personas me defraudaron inmerecidamente. Entonces, me empecé a ver como un inútil.
Esto que me pasó a mí le pasa a mucha gente allá abajo. Así que yo te pregunto: ¿cómo no estar lleno de sentimientos negativos?. Quien no los tenga debería estar canonizado.
—Todas las personas entran con las mismas preguntas, y cada una obtiene las respuestas en el momento indicado. Ahora te voy a pedir que me dejes continuar con el tema de la realización de los sueños, que es mi especialidad.
—Perdón, Agustín, no creo que me puedas convertir en un alumno fácil.
—No te preocupes, que tu maestro tampoco lo fue; uno se acerca a los seres que se nos parecen.
Te daré una receta para realizar un sueño:
Un gran objetivo, un poco de planes y proyectos, todos puestos en orden, desde el más grande hasta el más chico.
Una cucharada de deseo.
Empezar a cocinarlo con amor y paciencia.
El juego de la acción lo va a ir preparando lentamente y el tiempo de cocción va a ser el justo y necesario, para que, una vez finalizado, se lo pueda saborear con todo placer.
Si encuentras un sueño y lo realizas, no dejes de tener otros sueños. Trabaja sin preocupaciones, para que todo se realice. Despreocúpate y simplemente mantén la calma, porque, cuando menos lo pienses, aparecerá.
—¿Sabes? Te escuché con atención. Nunca me di cuenta de que había realizado mis sueños. La capacidad de disfrutarlos debe ser tan importante como la capacidad para realizarlos.
—Disfrutar es la más importante de las capacidades que tiene una persona.
¿Sabes cuál es el enemigo más grande que tiene el ser humano y que no le permite disfrutar de la vida? El miedo.
—Ese miedo que tú nombras es el que me paralizó. Muchas veces sentía que me ataba de pies y manos, que era más fuerte que yo. Me convirtió en un cobarde, me hizo sentir solo, inútil, me hizo perder trabajos y afectos, me limitó hasta donde pudo y creo que me mató más que mi propia enfermedad.
Cuando me enteré de que estaba enfermo, el miedo se convirtió en mi propio enemigo; venía disfrazado de dolor, de sufrimiento, de muerte.
Si los dolores eran fuertes, mis miedos los agudizaban; creo que dejé de tener miedo cuando entré a este lugar.
—Hubo momentos en que el miedo te sirvió para ser prevenido, lo pudiste utilizar como una herramienta para cuidarte.
Bueno, Francesco, por hoy abandonaremos la charla. Si quieres hablar sobre los miedos, mañana te mandaré a Ezequiel, un viejo encantador, que es el encargado de tratar ese tema.
Ahora pídele a Ariel que te lleve al Parque de los Recuerdos; ya verás que te va a encantar.
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