¿TIENES EL YO OBSERVADOR ACTIVADO?

¿TIENES EL YO OBSERVADOR ACTIVADO?


En mi opinión, cada persona escoge y decide –consciente o inconscientemente- un Camino para su Desarrollo Personal que, se supone, es el apropiado a su personalidad y su situación del momento. Algunos se conforman con pararse en la primera sombra que encuentran y allí se quedan el resto de su vida. De vez en cuando sueltan una queja, un suspiro, se lamentan poco o mucho, pero siguen parados. Otros, en cambio, siguen una marcha imparable –a distintas velocidades, según el momento- y algún día llegan a su destino.

Una persona desconocida me ha preguntado qué he hecho para saber lo que sé –porque cree que sé algo- y le he contado que comencé en 1.990 –aproximadamente- a interesarme por el esoterismo, la espiritualidad y, un poco, la psicología. Entonces leí muchos libros, acudí a muchas charlas, tomé muchos cursos y con eso empecé a saciar mi necesidad de saber. Al principio –en un error de principiante- sólo me interesaban los conocimientos; al poco tiempo, comprendí que sólo me interesaban los conocimientos si me los podía aplicar a mí y a partir de entonces sólo me interesaron en cuanto a lo que me afectaban o lo que me podían enseñar de mí. El cambio fue notable. No me interesaba –por ejemplo- la astrología como tal, sino cómo me afectaba a mí o que información contenía para mí mi carta natal.

Una de las cosas que aprendí pronto fue a usar el Yo Observador, porque me di cuenta de que lo que estudiaba era solo teoría –etérea y muy generalizada- y, en cambio, lo que comprobaba con la observación –mía y de los otros- sí era tangible y era real. El Yo Observador es la capacidad OBJETIVA de percibir y percibirnos. Esa es su única función porque no juzga, no critica, no da órdenes. Sólo observa de un modo imparcial y neutral. No añade ni resta, sólo se da cuenta.

Así comencé a observar, comprender, y reflexionar, por mi cuenta, sin otras referencias o doctrinas o dogmas que tuviera que seguir obligatoriamente. Prefería mis pequeños descubrimientos –porque me parecían más efectivos y, sobre todo, más míos- que repetir como un loro una serie de frases ajenas. Fue entonces cuando me encontré con una frase que confirmaba mis sospechas: “Un burro cargado de libros no deja de ser un burro”. Preferí ser un burro pensante.

Con el Yo Observador en ON, siempre activado, SIEMPRE, tuve y tengo un colaborador impagable. Es tan sencillo como darse a uno mismo la orden de estar siempre alerta; está en segundo plano, pero activado y alerta, y cuando observa que algo es más que lo que aparenta ser, me avisa. Y me avisa ante un anuncio, ante una frase que pasa casi desapercibida en una conversación, ante una sonrisa de un corazón ajeno, ante una necesidad de otro Ser… y entonces me centro en eso que me ha hecho ver, lo observo, simplemente lo observo. A veces todo se queda en un estremecimiento o una sonrisa y no me entretengo en ponerle palabras porque ESTOY CONVENCIDO de que eso llega a donde tiene que llegar y hace el efecto que tiene que hacer, sin que yo intervenga con un discurso intelectualoide. Eso causa el efecto que tiene que causar. Aparentemente nada ha cambiado pero en realidad sí ha cambiado porque de pronto noto una sensibilidad distinta, un modo distinto de mirar y de sentir.

El Yo Observador es, básicamente, atención, atención y atención, y por eso cumple su misión simplemente con darse cuenta y avisar. A partir del aviso es cuando comienza el trabajo personal y uno decide si eso que se ha puesto ante su vista destacado merece toda su atención y su posterior aplicación. En mi caso puedo afirmar que así es como funciona: cuando mi Yo Observador se da cuenta de algo, unas veces me paro ante ello y reflexiono; otras veces mi máximo esfuerzo es esbozar una leve sonrisa porque estoy seguro de que ha ido directamente a donde tenía que ir, se ha instalado sin hacer ruido, y su misión va a ser cumplida.

Ante un tropezón en la calle pueden surgir dos voces: una que dice “¡qué tonto eres, ten más cuidado”, seguido de una retahíla de insultos y menosprecios, con lo cual esa afirmación le llega directamente al autoconcepto y uno confirma sus sospechas de que es tonto, o la voz del Yo Observador que puede acabar llevando a una reflexión en torno a la propia falta de atención en la vida, a no estar plenamente en un aquí y ahora que hubiese evitado el tropezón, a la falta de consciencia, a darse cuenta de que un tropezón lo puede tener cualquiera, etc. etc.

Teniendo el Yo Observador activado todo son ventajas, incluso lo que aparenta ser una desventaja. Así que mi sugerencia es llevarlo siempre conectado, tener esa orden activa para que nos informe ante la mínima cosa que pueda aportarnos algo en nuestro Desarrollo Personal.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

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