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¿NOS AUTOENGAÑAMOS MUCHO?
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¿NOS AUTOENGAÑAMOS MUCHO?
¿NOS AUTOENGAÑAMOS MUCHO?
En mi opinión, esto del autoengaño se ha convertido en una norma que parece no escandalizar a ninguno de los que lo practican. A todos nos gusta tener una buena imagen de cara a los otros y una buena autoimagen de cara a uno mismo, así que somos capaces de maquillar la realidad, o de mostrar solo la mejor parte y esconder la otra, incluso hasta de negar la realidad y poner en su lugar una falsificada pero que queda mucho mejor.
Admitir esas verdades relacionadas con nosotros que no nos gustan… es desagradable. Es más cómodo eludirlas. Por eso es tan duro y difícil mirarse en un espejo y aguantar la mirada del reflejado con integridad y con la conciencia tranquila. Todos –sí, todos- tenemos guardados secretos y nos asentamos sobre algunas mentiras.
Y cada vez se nos hace un poco más fácil el autoengaño, porque si hemos tolerado uno podemos tolerar más. Hasta llega el momento en que uno mismo puede dudar de sus propias “verdades” porque ya no sabe si el origen es real o uno se ha creído algunas de sus propias mentiras. Si en ese momento se presenta con fuerza la dignidad uno no podrá evitar sentir vergüenza. Uno se puede preguntar ¿cómo he llegado hasta esto?, ¿quién soy yo de verdad?, ¿me doy miedo o me odio tal como realmente soy?, ¿por qué y para qué este autoengaño?
Y si uno es capaz de encontrar la respuesta verdadera a cualquiera de sus preguntas se va a sentir humillado, un poco deshonrado, traidor y vil. El autoengaño aparenta ser un cálido refugio donde sentirse bien pero acaba siendo un lugar incómodo y frío cargado de auto-reproches. Autoengañarse es fácil, es solo dar el visto bueno a algo que realmente uno quiere o le gusta… aunque sea falso.
Es más fácil ignorar lo que desagrada que aceptarlo. Lo duro, lo difícil, es la honradez y la valentía de admitirse en lo que no se gusta, lo que se hace mal, los fracasos, las decepciones y algunas verdades. Y uno es, en realidad y de momento, aquello que está siendo aunque no le guste, el que fracasa –pero aprende de ese fracaso- y el que hace las cosas mal –a veces, no siempre-. Engañar es malo, autoengañarse es delictivo.
Es más noble dejar de mentirse, dejar de justificar los errores –que son tan humanos-, admitir la imperfección y sus consecuencias, y aceptar en lo bueno y en lo malo esta fusión de contradicciones que somos. Nos engañamos porque eso–aparentemente- hace más fácil la existencia, pero entonces creamos una existencia falsa de un personaje falso. Lo honrado, lo ético, es aceptar lo que uno está siendo ya que solo a partir de admitir esa realidad se pueden empezar a tomar medidas para ir haciéndose uno tal como un realmente quiere ser.
“Nos engañamos a nosotros mismos porque es la única manera que encontramos de seguir haciendo lo que queremos hacer sin tener que renunciar a nada ni cambiar nada”. Esta frase de Cristina Ruiz es muy clarificadora, porque hay quien encuentra comodidad y autoprotección en autoengañarse, y para ello minimiza los efectos emocionales de esa poca ética para consigo mismo.
El autoengaño es la huída, la cobardía, malvivir en la ignorancia, trampear con la idea equivocada de eludir la verdad de momento para acabar pagándolo antes o después de esta inútil estratagema; parece que el autoengaño nos hipnotiza prometiéndonos algo bueno, pero la verdad se impone y uno se da cuenta en algún momento de que el autoengaño es perjudicial. Las consecuencias pueden llegar a ser mucho peores, porque es más el perjuicio que el beneficio, porque puede llegar a suceder que vivir en esa mentira produzca una gran insatisfacción, infelicidad e incluso hasta depresión.
La hora de la verdad tiene que sonar más a menudo en nuestra vida. El miedo a la imagen que ofrecemos es contraproducente: toda la gente sufre, todos nos equivocamos, la imperfección es el estado más habitual. Podemos y debemos hablar con el corazón y mirarnos cara a cara sin enjuiciar. Todos somos responsables de esta falacia imaginativa en la que vivimos mostrando y mostrándonos solo nuestra mejor versión. Es mejor un humano sincero que un humano que brilla con brillos falsos.
El autoengaño es una enfermedad y la honestidad es su remedio.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
En mi opinión, esto del autoengaño se ha convertido en una norma que parece no escandalizar a ninguno de los que lo practican. A todos nos gusta tener una buena imagen de cara a los otros y una buena autoimagen de cara a uno mismo, así que somos capaces de maquillar la realidad, o de mostrar solo la mejor parte y esconder la otra, incluso hasta de negar la realidad y poner en su lugar una falsificada pero que queda mucho mejor.
Admitir esas verdades relacionadas con nosotros que no nos gustan… es desagradable. Es más cómodo eludirlas. Por eso es tan duro y difícil mirarse en un espejo y aguantar la mirada del reflejado con integridad y con la conciencia tranquila. Todos –sí, todos- tenemos guardados secretos y nos asentamos sobre algunas mentiras.
Y cada vez se nos hace un poco más fácil el autoengaño, porque si hemos tolerado uno podemos tolerar más. Hasta llega el momento en que uno mismo puede dudar de sus propias “verdades” porque ya no sabe si el origen es real o uno se ha creído algunas de sus propias mentiras. Si en ese momento se presenta con fuerza la dignidad uno no podrá evitar sentir vergüenza. Uno se puede preguntar ¿cómo he llegado hasta esto?, ¿quién soy yo de verdad?, ¿me doy miedo o me odio tal como realmente soy?, ¿por qué y para qué este autoengaño?
Y si uno es capaz de encontrar la respuesta verdadera a cualquiera de sus preguntas se va a sentir humillado, un poco deshonrado, traidor y vil. El autoengaño aparenta ser un cálido refugio donde sentirse bien pero acaba siendo un lugar incómodo y frío cargado de auto-reproches. Autoengañarse es fácil, es solo dar el visto bueno a algo que realmente uno quiere o le gusta… aunque sea falso.
Es más fácil ignorar lo que desagrada que aceptarlo. Lo duro, lo difícil, es la honradez y la valentía de admitirse en lo que no se gusta, lo que se hace mal, los fracasos, las decepciones y algunas verdades. Y uno es, en realidad y de momento, aquello que está siendo aunque no le guste, el que fracasa –pero aprende de ese fracaso- y el que hace las cosas mal –a veces, no siempre-. Engañar es malo, autoengañarse es delictivo.
Es más noble dejar de mentirse, dejar de justificar los errores –que son tan humanos-, admitir la imperfección y sus consecuencias, y aceptar en lo bueno y en lo malo esta fusión de contradicciones que somos. Nos engañamos porque eso–aparentemente- hace más fácil la existencia, pero entonces creamos una existencia falsa de un personaje falso. Lo honrado, lo ético, es aceptar lo que uno está siendo ya que solo a partir de admitir esa realidad se pueden empezar a tomar medidas para ir haciéndose uno tal como un realmente quiere ser.
“Nos engañamos a nosotros mismos porque es la única manera que encontramos de seguir haciendo lo que queremos hacer sin tener que renunciar a nada ni cambiar nada”. Esta frase de Cristina Ruiz es muy clarificadora, porque hay quien encuentra comodidad y autoprotección en autoengañarse, y para ello minimiza los efectos emocionales de esa poca ética para consigo mismo.
El autoengaño es la huída, la cobardía, malvivir en la ignorancia, trampear con la idea equivocada de eludir la verdad de momento para acabar pagándolo antes o después de esta inútil estratagema; parece que el autoengaño nos hipnotiza prometiéndonos algo bueno, pero la verdad se impone y uno se da cuenta en algún momento de que el autoengaño es perjudicial. Las consecuencias pueden llegar a ser mucho peores, porque es más el perjuicio que el beneficio, porque puede llegar a suceder que vivir en esa mentira produzca una gran insatisfacción, infelicidad e incluso hasta depresión.
La hora de la verdad tiene que sonar más a menudo en nuestra vida. El miedo a la imagen que ofrecemos es contraproducente: toda la gente sufre, todos nos equivocamos, la imperfección es el estado más habitual. Podemos y debemos hablar con el corazón y mirarnos cara a cara sin enjuiciar. Todos somos responsables de esta falacia imaginativa en la que vivimos mostrando y mostrándonos solo nuestra mejor versión. Es mejor un humano sincero que un humano que brilla con brillos falsos.
El autoengaño es una enfermedad y la honestidad es su remedio.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1696
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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