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CAPÍTULO 181 - CONSENTIR GRITOS, INSULTOS, HUMILLACIONES, FALTAS DE RESPETO, ETC.
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CAPÍTULO 181 - CONSENTIR GRITOS, INSULTOS, HUMILLACIONES, FALTAS DE RESPETO, ETC.
CAPÍTULO 181 - CONSENTIR GRITOS, INSULTOS, HUMILLACIONES, FALTAS DE RESPETO, ETC.
–NO PERMITIR NINGÚN TIPO DE VIOLENCIA-
Este es el capítulo 181 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
“La violencia se puede manifestar por parte de los dos miembros. La del hombre es más notable y agresiva, y la de la mujer es más sutil y oculta. Pero ambas son igual de destructivas para la relación”.
Considero que en las relaciones en las que ocurren cualquiera de las situaciones del título –u otras similares- hay que ser muy rigurosos e intolerantes, bastante intransigentes e inflexibles, y no admitirlas ni consentirlas bajo ningún concepto.
Me parece que en el primer instante en que hace acto de presencia cualquier falta de respeto hay que cortarla inmediatamente y de una vez para siempre. De un modo muy rotundo. Drástico. Radical. Enérgico. Contundente.
Permitir la primera falta de respeto envalentona al otro, y le anima para que la próxima sea más grande. Puede pensar “si no ha dicho nada por lo que hecho, puedo volver a repetir”.
Es por ese motivo por el cual opino que es necesario cortarlo de un modo terminante y eficaz si se presenta el caso.
En realidad, lo óptimo sería haber aclarado desde el noviazgo que este es uno de esos asuntos innegociables, como lo son también la falta de respeto a la dignidad, el menosprecio, las ofensas leves o graves, la desatención, el maltrato, la humillación, la malicia, el insulto, el abandono, la mentira, la falta de compromiso… cada uno debe elaborar su propia lista y defender intachablemente el cumplimiento estricto de la misma con toda energía.
La soledad es preferible a la violencia física, psíquica, o verbal, que han de estar rigurosamente prohibidas. Bajo ninguna razón o excusa. Y en eso hay que ser irreductibles.
La libertad provocada a partir del abandono de una relación de este tipo, permite la opción de iniciar otra donde no aparezca ninguno de estos aspectos tan humillantes, degradantes, y trágicos.
Poner a salvo la dignidad, defendiéndola con uñas y dientes, es una misión irrenunciable, ya que la dignidad es el espacio más sagrado de que disponemos, el que contiene nuestra esencia y nuestra honestidad, la esencia intachable, lo celestial, lo más puro que hay en cada uno, y ha de mantenerse intacta e inmaculada, impidiendo, como sea, a cualquier precio, que alguien la pueda mancillar.
Y si uno se auto-engaña y justifica y consiente cualquier tipo de maltrato, es peor todavía. Si uno es consciente de la realidad y es capaz de encontrar una justificación falsa para tapar -ante los otros o ante sí mismo- lo que es evidente, esa propia falta de respeto a uno mismo es un atentado, muy difícil de perdonar, contra la propia honestidad.
Si el otro persiste en nombrarle a uno con un mote despectivo o desagradable que ya se le ha aclarado que resulta desagradable, si además se burla humillando, eso es aún más inaceptable. La intolerancia a esto ha de ser rotunda. Tal vez una no sea consciente de ello, pero es un ataque directo y mortífero a la Autoestima. Todos tenemos un Yo Idea que se construye con las opiniones sobre nuestra persona y las cosas que dicen los otros; si éstas son negativas, ese Yo Idea –que nos lo creemos en demasiadas ocasiones llegando a confundirnos y creer que somos él- hará que nuestra Autoestima tenga un auto-concepto pésimo. Podemos acabar creyendo que, efectivamente, somos tan malos como el otro está diciendo.
Si, por ejemplo, él insulta, o se pone violento, y ella dice: “no me importa, es que habrá tenido un mal día…”, “desde que murió su madre está un poco alterado…”, “desde que perdió el trabajo ya no es el que era…”, u otras excusas similares, y se empeña en que: “no ha pasado nada…” está distorsionando la realidad para tapar su propio miedo a reconocer que sí ha sucedido, y que lo que ha sucedido es imperdonable y tiene que afrontarlo y resolverlo. Y tal vez sea el momento de buscar la palabra FIN y colocársela a la relación.
Claro que “pasa algo”, por supuesto, y además es “algo grave”. Se podría hacer una única excepción si es algo que ha sucedido de un modo extraordinario, por primera vez, y hay una serie de motivos graves o razonablemente significativos que le hayan llevado a esa explosión fatal, pero antes de perdonarlo es necesaria una conversación, en otro momento de más serenidad, en la que quede claro que es la primera y última vez que se tolera lo que ha sucedido, y que nunca, jamás, de ningún modo, ni bajo ningún concepto, se le va a permitir otro acto similar.
Por respeto a uno mismo, a los que convivan con ellos, y por dignidad propia, la presencia de los gritos, insultos, violencia, o humillaciones, no ha de ser permitida.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Hay cosas que han de ser siempre inexcusables, inaceptables, imperdonables, totalmente rechazadas. Cada quien sabrá cuáles son esas cosas y se encargará de que no sucedan.
- Quien falta al respeto falta a una de las premisas sobre las que se sustenta la relación. Eso es inadmisible.
- El respeto a la otra persona y a su dignidad está incluso por delante y por encima de uno mismo.
- Quien no respeta a su pareja no merece seguir en esa relación.
- Nadie debe consentir las humillaciones y vejaciones. NADIE.
Francisco de Sales
–NO PERMITIR NINGÚN TIPO DE VIOLENCIA-
Este es el capítulo 181 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
“La violencia se puede manifestar por parte de los dos miembros. La del hombre es más notable y agresiva, y la de la mujer es más sutil y oculta. Pero ambas son igual de destructivas para la relación”.
Considero que en las relaciones en las que ocurren cualquiera de las situaciones del título –u otras similares- hay que ser muy rigurosos e intolerantes, bastante intransigentes e inflexibles, y no admitirlas ni consentirlas bajo ningún concepto.
Me parece que en el primer instante en que hace acto de presencia cualquier falta de respeto hay que cortarla inmediatamente y de una vez para siempre. De un modo muy rotundo. Drástico. Radical. Enérgico. Contundente.
Permitir la primera falta de respeto envalentona al otro, y le anima para que la próxima sea más grande. Puede pensar “si no ha dicho nada por lo que hecho, puedo volver a repetir”.
Es por ese motivo por el cual opino que es necesario cortarlo de un modo terminante y eficaz si se presenta el caso.
En realidad, lo óptimo sería haber aclarado desde el noviazgo que este es uno de esos asuntos innegociables, como lo son también la falta de respeto a la dignidad, el menosprecio, las ofensas leves o graves, la desatención, el maltrato, la humillación, la malicia, el insulto, el abandono, la mentira, la falta de compromiso… cada uno debe elaborar su propia lista y defender intachablemente el cumplimiento estricto de la misma con toda energía.
La soledad es preferible a la violencia física, psíquica, o verbal, que han de estar rigurosamente prohibidas. Bajo ninguna razón o excusa. Y en eso hay que ser irreductibles.
La libertad provocada a partir del abandono de una relación de este tipo, permite la opción de iniciar otra donde no aparezca ninguno de estos aspectos tan humillantes, degradantes, y trágicos.
Poner a salvo la dignidad, defendiéndola con uñas y dientes, es una misión irrenunciable, ya que la dignidad es el espacio más sagrado de que disponemos, el que contiene nuestra esencia y nuestra honestidad, la esencia intachable, lo celestial, lo más puro que hay en cada uno, y ha de mantenerse intacta e inmaculada, impidiendo, como sea, a cualquier precio, que alguien la pueda mancillar.
Y si uno se auto-engaña y justifica y consiente cualquier tipo de maltrato, es peor todavía. Si uno es consciente de la realidad y es capaz de encontrar una justificación falsa para tapar -ante los otros o ante sí mismo- lo que es evidente, esa propia falta de respeto a uno mismo es un atentado, muy difícil de perdonar, contra la propia honestidad.
Si el otro persiste en nombrarle a uno con un mote despectivo o desagradable que ya se le ha aclarado que resulta desagradable, si además se burla humillando, eso es aún más inaceptable. La intolerancia a esto ha de ser rotunda. Tal vez una no sea consciente de ello, pero es un ataque directo y mortífero a la Autoestima. Todos tenemos un Yo Idea que se construye con las opiniones sobre nuestra persona y las cosas que dicen los otros; si éstas son negativas, ese Yo Idea –que nos lo creemos en demasiadas ocasiones llegando a confundirnos y creer que somos él- hará que nuestra Autoestima tenga un auto-concepto pésimo. Podemos acabar creyendo que, efectivamente, somos tan malos como el otro está diciendo.
Si, por ejemplo, él insulta, o se pone violento, y ella dice: “no me importa, es que habrá tenido un mal día…”, “desde que murió su madre está un poco alterado…”, “desde que perdió el trabajo ya no es el que era…”, u otras excusas similares, y se empeña en que: “no ha pasado nada…” está distorsionando la realidad para tapar su propio miedo a reconocer que sí ha sucedido, y que lo que ha sucedido es imperdonable y tiene que afrontarlo y resolverlo. Y tal vez sea el momento de buscar la palabra FIN y colocársela a la relación.
Claro que “pasa algo”, por supuesto, y además es “algo grave”. Se podría hacer una única excepción si es algo que ha sucedido de un modo extraordinario, por primera vez, y hay una serie de motivos graves o razonablemente significativos que le hayan llevado a esa explosión fatal, pero antes de perdonarlo es necesaria una conversación, en otro momento de más serenidad, en la que quede claro que es la primera y última vez que se tolera lo que ha sucedido, y que nunca, jamás, de ningún modo, ni bajo ningún concepto, se le va a permitir otro acto similar.
Por respeto a uno mismo, a los que convivan con ellos, y por dignidad propia, la presencia de los gritos, insultos, violencia, o humillaciones, no ha de ser permitida.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Hay cosas que han de ser siempre inexcusables, inaceptables, imperdonables, totalmente rechazadas. Cada quien sabrá cuáles son esas cosas y se encargará de que no sucedan.
- Quien falta al respeto falta a una de las premisas sobre las que se sustenta la relación. Eso es inadmisible.
- El respeto a la otra persona y a su dignidad está incluso por delante y por encima de uno mismo.
- Quien no respeta a su pareja no merece seguir en esa relación.
- Nadie debe consentir las humillaciones y vejaciones. NADIE.
Francisco de Sales
Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1696
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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