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IMPRESCINDIBLE: CUIDAR DE UNO MISMO
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IMPRESCINDIBLE: CUIDAR DE UNO MISMO
IMPRESCINDIBLE: CUIDAR DE UNO MISMO
En mi opinión, muy a menudo, casi en todos los instantes, desatendemos una tarea primordial de las que tiene nuestra vida y que nos corresponde y afecta única y exclusivamente a nosotros mismos: Cuidarnos.
“Cuídate”, decimos.
En muchas zonas se ha convertido en una forma de despedida cordial, cariñosa y originariamente cargada de buenas intenciones verdaderas, aunque ya ha perdido el mensaje inicial y se ha quedado a la altura de cualquier otra despedida de compromiso, o sea, sin sentido. Como adiós, ciao/chao, abur/agur, hasta luego…
En otros casos, la intención sí es buena. Cuídate, entonces, quiere decir que entendemos y reconocemos que tenemos que cuidarnos, que es bueno cuidarse, y queremos que el otro se cuide.
El vínculo personal debiera tener como norma ineludible la de conseguir, para con uno mismo y siempre, la excelencia en el trato, en la atención, en el cuidado, en la relación, en la comprensión, en la ternura, en el amor inagotable e incondicional… en fin, en todo eso que cualquier equivocado llamaría egocentrismo.
Partamos de la base de que prácticamente todos los humanos somos víctimas de una falta de educación y preparación para el acto de vivir. No estamos preparados. Pero, erróneamente, nos exigimos la perfección como si fuéramos expertos en la materia.
La realidad es que vivimos los primeros treinta o cuarenta años de nuestra vida como buenamente podemos hasta que llega un momento en que algo nos hace darnos cuenta de que no estamos siendo como quisiéramos ser y estamos viviendo una vida que no estamos dirigiendo bien. Mejor dicho, que no estamos dirigiendo.
Es el momento en que vamos tomando conciencia de que hay demasiados agujeros, muchos fallos, incongruencias, insatisfacciones, una sensación indefinible de desubicación, descontrol, desconcierto, y la impresión de que no nos sentimos a gusto con nuestra propia vida en la que, en muchas ocasiones, nos sentimos extraños o intrusos.
Nos hacemos preguntas que no encuentran sus respuestas correspondientes. Estamos absolutamente perdidos. Se nos escapa de nuestra comprensión. Pero… en algún momento de lucidez insospechada comenzamos a tomar decisiones –despacio-, a investigar –desorientadamente-, a atrevernos con los sentimientos –con mucha precaución-, y a hurgar –por fin- en territorios personales que han estado prohibidos.
Nos damos cuenta de que somos algo más de lo que se mueve y va por la vida. Más o menos, tomamos consciencia de nuestra unicidad. Y tomamos una temblorosa responsabilidad de tratar de gobernarla del modo adecuado.
Tan perdidos estamos que no sabemos cómo ni por dónde comenzar. Pero nos ponemos en marcha rumbo a no sabemos dónde.
La tendencia general –y ojalá tú seas una excepción- es la de enojarse con uno mismo. Ese uno mismo que hasta ahora ha sobrevivido con más buena voluntad que conocimientos, se convierte en víctima de nuestros reproches y responsable directo de nuestra situación actual. Error.
Ese uno mismo ha hecho lo posible o lo que ha considerado mejor para traernos hasta el día de hoy. El pasado no es culpable, no siempre son responsables los otros, ni siquiera nosotros mismos, ni siempre el destino es cruel y se ha ensañado martirizándonos.
Así que una vez llegados al punto en que queremos hacer algo para “arreglarnos”, conviene tener claras y respetar una serie de normas.
La primera es evitar esa primera idea de “cambiar”. Cambiar, quiere decir dejar un modo de ser para comenzar con otro modo de ser. Lo cual no es acertado, porque ese nuevo personaje que vamos a crear –ese nuevo modo de ser-, que queremos que sea más o menos perfecto, posiblemente tampoco tenga claro que no tenemos que ser nada más y ninguna otra cosa que el que realmente somos.
No se trata de añadir algo a quien somos, ni de quitar una cosa para poner otra cosa en su sitio, sino ir descubriendo quién es uno, e ir deshaciéndose de los personajes en los que no hemos convertido.
Se trata –aunque parezca complicado de entender- de “desaprender”, o sea, ir dejando todo aquello que descubramos que no lo hacemos por nuestra propia voluntad, sino que forma parte de algo que nos inculcaron y jamás nos habíamos puesto a comprobar si estabámos de acuerdo con ello.
Se trata de hacerse unas preguntas profundas que requieren unas respuestas verdaderas, y se trata de no conformarse con nada que sea menos que la verdad.
Hay dos condiciones obligatorias en este proceso: No engañarse nunca –no hay que engañar al médico, al abogado, al mecánico, ni a uno mismo- y no conformarse con un “no lo sé” –“no lo sé” es la respuesta del conformista vago que no quiere profundizar en la búsqueda por miedo a lo que puede aparecer-.
No se trata de “cambiar” urgente y desesperadamente. Se trata de averiguar quién es Uno realmente para ser Uno Mismo.
¿Cómo se hace esto?
Dándose tiempo, como condición indispensable. Es mejor desterrar la idea de que lo que insatisfactorio que hemos hecho en nuestros 30, 40 o 50 años de vida lo podemos solucionar en un día. Tampoco es posible deshacer en un día lo que ha llevado toda una vida construir. Así que paciencia…
También es imprescindible el amor propio –amor a Uno Mismo-, y es mejor entender que esto es realmente imprescindible. No se debe tener consigo mismo una relación de enemistad, ni directa ni soterrada. Nada de menosprecios, de culpabilizaciones o reproches, nada de infravaloraciones ni zancadillas, nada de castigos, nada de caras largas. Mejor ir de la mano, agradecidos y sonrientes, con quien nos ha traído hasta hoy. Aunando energías, en la misma dirección y con el mismo objetivo. Previamente, ha de haber una conversación profunda de Ser Humano a Ser Humano. De corazón a corazón. Hasta conseguir el compromiso de todos los yoes para ir todos y unidos hacia el mismo destino.
Conviene ser comprensivo, esta es otra condición o norma. Uno no es perfecto, uno no lo sabe todo, uno no es responsable del todo ni de todo. Uno sólo es responsable directo desde el momento en que toma conciencia y sabe. Quien emprende este Camino ya es consciente. Se le puede llamar la atención por lo que haga o no haga a partir de ese momento, pero sería injusto que quien uno es hoy –que sí se ha dado cuenta- le reclame al que era ayer –que no se daba cuenta-.
Así que tiempo y paciencia… Amor propio… Comprensión… y Aceptación. Negar la realidad es infantil y contraproducente. La realidad es la que es, guste o no guste. Uno, cuando es consciente y toma conciencia, se encuentra con una realidad que generalmente no es satisfactoria. Pero es lo que hay. Es la verdad. Eso sí: borrón y cuenta nueva. Nada de perder el tiempo en más reproches, nada de estancarse en el pasado. Es necesario aceptar lo que hay, lo que uno ha sido y ha hecho, y lo que está siendo, para poder comenzar la nueva andadura. Y mientras no se haga así, es mejor no dar el primer paso porque habrá que desandar para volver a comenzar. Es un hermoso ejercicio de humildad: Lo acepto todo, aunque no lo ame. Pero lo acepto con el corazón, no a regañadientes.
Si uno decide iniciar su Camino será bueno que se convierta en una sonrisa continua que se relame por los próximos presentes. Que esté ilusionado, esperanzado y feliz.
Y que la exquisitez, el mimo, el Amor, y la consideración, estén siempre presentes. Uno ha de convertirse en su mejor amigo, en su más tierna abuela, en su más cariñosa madre, en su más eficaz consejero, en su más paciente compañero, en su más atento y amable cuidador.
Cualquier otro modo de hacerlo está condenado al fracaso o, en el mejor de los casos, a dar mil vueltas y perder mucho tiempo. Y esto se ha de hacer sin prisa, pero sin perder el tiempo.
Cada vez que me entero de que una persona decide que va a comenzar un Camino de Desarrollo Personal, que va a buscarse, que va a ser él mismo, me emociono. Me parece un momento estelar, histórico, al que uno tiene que asistir orgulloso de sí mismo, henchido, con una sonrisa de satisfacción que lo grite a los cuatro vientos.
Me atrevo a garantizar que quien lo haga de este modo que he tratado de explicar llegará a cumplir su propósito, y en algún momento se mirará al espejo y encontrará reflejado el rostro de una persona satisfecha de sí misma.
Y en cualquier caso, a esa persona le garantizo que tiene toda mi admiración.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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En mi opinión, muy a menudo, casi en todos los instantes, desatendemos una tarea primordial de las que tiene nuestra vida y que nos corresponde y afecta única y exclusivamente a nosotros mismos: Cuidarnos.
“Cuídate”, decimos.
En muchas zonas se ha convertido en una forma de despedida cordial, cariñosa y originariamente cargada de buenas intenciones verdaderas, aunque ya ha perdido el mensaje inicial y se ha quedado a la altura de cualquier otra despedida de compromiso, o sea, sin sentido. Como adiós, ciao/chao, abur/agur, hasta luego…
En otros casos, la intención sí es buena. Cuídate, entonces, quiere decir que entendemos y reconocemos que tenemos que cuidarnos, que es bueno cuidarse, y queremos que el otro se cuide.
El vínculo personal debiera tener como norma ineludible la de conseguir, para con uno mismo y siempre, la excelencia en el trato, en la atención, en el cuidado, en la relación, en la comprensión, en la ternura, en el amor inagotable e incondicional… en fin, en todo eso que cualquier equivocado llamaría egocentrismo.
Partamos de la base de que prácticamente todos los humanos somos víctimas de una falta de educación y preparación para el acto de vivir. No estamos preparados. Pero, erróneamente, nos exigimos la perfección como si fuéramos expertos en la materia.
La realidad es que vivimos los primeros treinta o cuarenta años de nuestra vida como buenamente podemos hasta que llega un momento en que algo nos hace darnos cuenta de que no estamos siendo como quisiéramos ser y estamos viviendo una vida que no estamos dirigiendo bien. Mejor dicho, que no estamos dirigiendo.
Es el momento en que vamos tomando conciencia de que hay demasiados agujeros, muchos fallos, incongruencias, insatisfacciones, una sensación indefinible de desubicación, descontrol, desconcierto, y la impresión de que no nos sentimos a gusto con nuestra propia vida en la que, en muchas ocasiones, nos sentimos extraños o intrusos.
Nos hacemos preguntas que no encuentran sus respuestas correspondientes. Estamos absolutamente perdidos. Se nos escapa de nuestra comprensión. Pero… en algún momento de lucidez insospechada comenzamos a tomar decisiones –despacio-, a investigar –desorientadamente-, a atrevernos con los sentimientos –con mucha precaución-, y a hurgar –por fin- en territorios personales que han estado prohibidos.
Nos damos cuenta de que somos algo más de lo que se mueve y va por la vida. Más o menos, tomamos consciencia de nuestra unicidad. Y tomamos una temblorosa responsabilidad de tratar de gobernarla del modo adecuado.
Tan perdidos estamos que no sabemos cómo ni por dónde comenzar. Pero nos ponemos en marcha rumbo a no sabemos dónde.
La tendencia general –y ojalá tú seas una excepción- es la de enojarse con uno mismo. Ese uno mismo que hasta ahora ha sobrevivido con más buena voluntad que conocimientos, se convierte en víctima de nuestros reproches y responsable directo de nuestra situación actual. Error.
Ese uno mismo ha hecho lo posible o lo que ha considerado mejor para traernos hasta el día de hoy. El pasado no es culpable, no siempre son responsables los otros, ni siquiera nosotros mismos, ni siempre el destino es cruel y se ha ensañado martirizándonos.
Así que una vez llegados al punto en que queremos hacer algo para “arreglarnos”, conviene tener claras y respetar una serie de normas.
La primera es evitar esa primera idea de “cambiar”. Cambiar, quiere decir dejar un modo de ser para comenzar con otro modo de ser. Lo cual no es acertado, porque ese nuevo personaje que vamos a crear –ese nuevo modo de ser-, que queremos que sea más o menos perfecto, posiblemente tampoco tenga claro que no tenemos que ser nada más y ninguna otra cosa que el que realmente somos.
No se trata de añadir algo a quien somos, ni de quitar una cosa para poner otra cosa en su sitio, sino ir descubriendo quién es uno, e ir deshaciéndose de los personajes en los que no hemos convertido.
Se trata –aunque parezca complicado de entender- de “desaprender”, o sea, ir dejando todo aquello que descubramos que no lo hacemos por nuestra propia voluntad, sino que forma parte de algo que nos inculcaron y jamás nos habíamos puesto a comprobar si estabámos de acuerdo con ello.
Se trata de hacerse unas preguntas profundas que requieren unas respuestas verdaderas, y se trata de no conformarse con nada que sea menos que la verdad.
Hay dos condiciones obligatorias en este proceso: No engañarse nunca –no hay que engañar al médico, al abogado, al mecánico, ni a uno mismo- y no conformarse con un “no lo sé” –“no lo sé” es la respuesta del conformista vago que no quiere profundizar en la búsqueda por miedo a lo que puede aparecer-.
No se trata de “cambiar” urgente y desesperadamente. Se trata de averiguar quién es Uno realmente para ser Uno Mismo.
¿Cómo se hace esto?
Dándose tiempo, como condición indispensable. Es mejor desterrar la idea de que lo que insatisfactorio que hemos hecho en nuestros 30, 40 o 50 años de vida lo podemos solucionar en un día. Tampoco es posible deshacer en un día lo que ha llevado toda una vida construir. Así que paciencia…
También es imprescindible el amor propio –amor a Uno Mismo-, y es mejor entender que esto es realmente imprescindible. No se debe tener consigo mismo una relación de enemistad, ni directa ni soterrada. Nada de menosprecios, de culpabilizaciones o reproches, nada de infravaloraciones ni zancadillas, nada de castigos, nada de caras largas. Mejor ir de la mano, agradecidos y sonrientes, con quien nos ha traído hasta hoy. Aunando energías, en la misma dirección y con el mismo objetivo. Previamente, ha de haber una conversación profunda de Ser Humano a Ser Humano. De corazón a corazón. Hasta conseguir el compromiso de todos los yoes para ir todos y unidos hacia el mismo destino.
Conviene ser comprensivo, esta es otra condición o norma. Uno no es perfecto, uno no lo sabe todo, uno no es responsable del todo ni de todo. Uno sólo es responsable directo desde el momento en que toma conciencia y sabe. Quien emprende este Camino ya es consciente. Se le puede llamar la atención por lo que haga o no haga a partir de ese momento, pero sería injusto que quien uno es hoy –que sí se ha dado cuenta- le reclame al que era ayer –que no se daba cuenta-.
Así que tiempo y paciencia… Amor propio… Comprensión… y Aceptación. Negar la realidad es infantil y contraproducente. La realidad es la que es, guste o no guste. Uno, cuando es consciente y toma conciencia, se encuentra con una realidad que generalmente no es satisfactoria. Pero es lo que hay. Es la verdad. Eso sí: borrón y cuenta nueva. Nada de perder el tiempo en más reproches, nada de estancarse en el pasado. Es necesario aceptar lo que hay, lo que uno ha sido y ha hecho, y lo que está siendo, para poder comenzar la nueva andadura. Y mientras no se haga así, es mejor no dar el primer paso porque habrá que desandar para volver a comenzar. Es un hermoso ejercicio de humildad: Lo acepto todo, aunque no lo ame. Pero lo acepto con el corazón, no a regañadientes.
Si uno decide iniciar su Camino será bueno que se convierta en una sonrisa continua que se relame por los próximos presentes. Que esté ilusionado, esperanzado y feliz.
Y que la exquisitez, el mimo, el Amor, y la consideración, estén siempre presentes. Uno ha de convertirse en su mejor amigo, en su más tierna abuela, en su más cariñosa madre, en su más eficaz consejero, en su más paciente compañero, en su más atento y amable cuidador.
Cualquier otro modo de hacerlo está condenado al fracaso o, en el mejor de los casos, a dar mil vueltas y perder mucho tiempo. Y esto se ha de hacer sin prisa, pero sin perder el tiempo.
Cada vez que me entero de que una persona decide que va a comenzar un Camino de Desarrollo Personal, que va a buscarse, que va a ser él mismo, me emociono. Me parece un momento estelar, histórico, al que uno tiene que asistir orgulloso de sí mismo, henchido, con una sonrisa de satisfacción que lo grite a los cuatro vientos.
Me atrevo a garantizar que quien lo haga de este modo que he tratado de explicar llegará a cumplir su propósito, y en algún momento se mirará al espejo y encontrará reflejado el rostro de una persona satisfecha de sí misma.
Y en cualquier caso, a esa persona le garantizo que tiene toda mi admiración.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1696
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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