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LAS COSAS Y LAS PERSONAS NO SON PERFECTAS
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LAS COSAS Y LAS PERSONAS NO SON PERFECTAS
LAS COSAS Y LAS PERSONAS NO SON PERFECTAS
(La excepción en este artículo son aquellos que tienen una responsabilidad en la cual la no perfección sería grave; por ejemplo, los pilotos de avión o los cirujanos)
perfecto, ta
Del lat. perfectus.
1. adj. Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea.
2. adj. Que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto.
En mi opinión, pecamos de excesiva exigencia cuando pretendemos que todas las cosas sean perfectas y todas las personas sean perfectas. Incluidos nosotros mismos.
Deseamos, pedimos o exigimos “El grado máximo”, como dice la definición. Eso es mucho pedir.
Por lo general, la perfección no compensa el esfuerzo que exige. Esto es estadísticamente real.
En el caso de que las cosas dependan de nosotros, sí tenemos sobre ellas una cierta responsabilidad por el resultado, y tenemos también la posibilidad de desmarcar el límite donde el deseo de hacer las cosas bien se convierte en obsesión. En general, es mucho mejor –y más conveniente- aceptar que las cosas estén un 90% o un 95% bien y conformarse con ello, y estar tranquilos, porque el trabajo o la dedicación necesario para conseguir lo restante hasta alcanzar la excelsitud requiere un esfuerzo excesivo que, al final, no compensa.
Por otra parte, y aunque hay que respetar la escala de valores de cada uno, esa excelencia del 100% de perfección puede no ser apreciada por los otros –si esa era la intención, que los otros admiren nuestro cien por ciento de perfección-, y puede que al final sólo satisfaga a una parte de nuestro ego que tras esa exigencia de perfección en realidad esconde la no aceptación de sí mismo.
Hacerse dos preguntas tan distintas y directas como: ¿Por qué quiero la perfección? y ¿Para qué quiero la perfección?, si son respondidas de verdad, sinceramente –y adelanto que la respuesta siempre está muy escondida- relajarían una parte del resto de la vida, porque uno se encontraría con el permiso interno para no ser absolutamente perfecto, para que las cosas no sean absolutamente perfectas, y para que por eso no pase nada.
La exigencia de la perfección de los otros es algo a lo que nadie tiene derecho. Cada uno es quien es y es como es, así que este es un asunto que depende del otro, y uno no debe inmiscuirse ni obligarle a que sea como uno desea.
Los otros, al igual que nosotros, son Humanos. El derecho fundamental de los humanos es el derecho a equivocarse, que es el derecho a no ser perfectos, y no se le puede pedir a quien está satisfecho con lo que es y con cómo es que cambie su modo para estar a nuestro gusto.
“La perfección no es real y buscarla es como comprar un billete a un lugar que no existe”.
Algunas personas son tan exigentes consigo mismas en esa búsqueda de la perfección que se niegan el placer o la aventura de atreverse con lo nuevo y probar, y eso es debido al miedo a que no salga perfecto. Y si se atreven y no sale perfectísimo, eso se vuelve contra sí mismos y golpea directamente en la Autoestima.
Ahí está la paradoja, en que no se permite seguir evolucionando y creciendo porque no se atreve, porque se estanca en el miedo a que no salga bien, o porque si se arriesga y le sale mal eso le lleva varios pasos hacia atrás.
No alcanzar la perfección implica malestar, frustración, inconformidad, inseguridad… y una sarta de adjetivos y sentimientos negativos que se convierten en auto-agresivos.
¡Con lo sencillo que es la comprensión y aceptación de que no todo es perfecto!, ¡Con lo razonable y cierto que es aceptar que con que salga más o menos bien, sin alcanzar “el grado máximo”!
No todas las cosas no son perfectas –ni las personas tampoco-, pero eso no ha de condenar al estancamiento y a la rendición antes de intentarlo. Hay que atreverse y arriesgarse, como ya he escrito, y hay que hacerlo sin unas altas expectativas difíciles de satisfacer, sin una auto-exigencia inquisidora, sin darle al resultado sólo dos opciones: PERFECCIÓN o FRACASO. Puede no ser perfecto sin que ello implique que sea fracaso.
A fin de cuentas, siempre es mejor un resultado que se pueda calificar como BIEN o BASTANTE BIEN que NADA, PORQUE NO LO INTENTÉ.
Somos humanos, o sea, NO PERFECTOS y con posibilidades de error, y debemos tratarnos como tales, por tanto no nos podemos exigir por encima de nuestras posibilidades. La imperfección es una de las posibilidades que existen en cualquier tarea que emprendamos y es inevitable. Aún en los casos en que la búsqueda de la perfección es exhaustiva y obsesiva, en que las cosas se revisan mil veces para que no fallen, aparece la imperfección. Y si no, recuerda los cohetes que se han intentado mandar al espacio y han fracasado.
Conviene rebajar el nivel de auto-exigencia. No marcarse metas imposibles y luego castigarse por no alcanzar lo imposible.
Y ante un “imperfección”, lo mejor y más sensato es dejarla ir, no insistir en ella, no regodearse masoquistamente, no machacarse obstinadamente con ello. Dejarla ir. Dejarla que se diluya por sí misma.
Aceptar… comprender… ahí está la clave para vivir un poco mejor.
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias)
Más artículos en: http://buscandome.es/index.php?action=forum
(La excepción en este artículo son aquellos que tienen una responsabilidad en la cual la no perfección sería grave; por ejemplo, los pilotos de avión o los cirujanos)
perfecto, ta
Del lat. perfectus.
1. adj. Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea.
2. adj. Que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto.
En mi opinión, pecamos de excesiva exigencia cuando pretendemos que todas las cosas sean perfectas y todas las personas sean perfectas. Incluidos nosotros mismos.
Deseamos, pedimos o exigimos “El grado máximo”, como dice la definición. Eso es mucho pedir.
Por lo general, la perfección no compensa el esfuerzo que exige. Esto es estadísticamente real.
En el caso de que las cosas dependan de nosotros, sí tenemos sobre ellas una cierta responsabilidad por el resultado, y tenemos también la posibilidad de desmarcar el límite donde el deseo de hacer las cosas bien se convierte en obsesión. En general, es mucho mejor –y más conveniente- aceptar que las cosas estén un 90% o un 95% bien y conformarse con ello, y estar tranquilos, porque el trabajo o la dedicación necesario para conseguir lo restante hasta alcanzar la excelsitud requiere un esfuerzo excesivo que, al final, no compensa.
Por otra parte, y aunque hay que respetar la escala de valores de cada uno, esa excelencia del 100% de perfección puede no ser apreciada por los otros –si esa era la intención, que los otros admiren nuestro cien por ciento de perfección-, y puede que al final sólo satisfaga a una parte de nuestro ego que tras esa exigencia de perfección en realidad esconde la no aceptación de sí mismo.
Hacerse dos preguntas tan distintas y directas como: ¿Por qué quiero la perfección? y ¿Para qué quiero la perfección?, si son respondidas de verdad, sinceramente –y adelanto que la respuesta siempre está muy escondida- relajarían una parte del resto de la vida, porque uno se encontraría con el permiso interno para no ser absolutamente perfecto, para que las cosas no sean absolutamente perfectas, y para que por eso no pase nada.
La exigencia de la perfección de los otros es algo a lo que nadie tiene derecho. Cada uno es quien es y es como es, así que este es un asunto que depende del otro, y uno no debe inmiscuirse ni obligarle a que sea como uno desea.
Los otros, al igual que nosotros, son Humanos. El derecho fundamental de los humanos es el derecho a equivocarse, que es el derecho a no ser perfectos, y no se le puede pedir a quien está satisfecho con lo que es y con cómo es que cambie su modo para estar a nuestro gusto.
“La perfección no es real y buscarla es como comprar un billete a un lugar que no existe”.
Algunas personas son tan exigentes consigo mismas en esa búsqueda de la perfección que se niegan el placer o la aventura de atreverse con lo nuevo y probar, y eso es debido al miedo a que no salga perfecto. Y si se atreven y no sale perfectísimo, eso se vuelve contra sí mismos y golpea directamente en la Autoestima.
Ahí está la paradoja, en que no se permite seguir evolucionando y creciendo porque no se atreve, porque se estanca en el miedo a que no salga bien, o porque si se arriesga y le sale mal eso le lleva varios pasos hacia atrás.
No alcanzar la perfección implica malestar, frustración, inconformidad, inseguridad… y una sarta de adjetivos y sentimientos negativos que se convierten en auto-agresivos.
¡Con lo sencillo que es la comprensión y aceptación de que no todo es perfecto!, ¡Con lo razonable y cierto que es aceptar que con que salga más o menos bien, sin alcanzar “el grado máximo”!
No todas las cosas no son perfectas –ni las personas tampoco-, pero eso no ha de condenar al estancamiento y a la rendición antes de intentarlo. Hay que atreverse y arriesgarse, como ya he escrito, y hay que hacerlo sin unas altas expectativas difíciles de satisfacer, sin una auto-exigencia inquisidora, sin darle al resultado sólo dos opciones: PERFECCIÓN o FRACASO. Puede no ser perfecto sin que ello implique que sea fracaso.
A fin de cuentas, siempre es mejor un resultado que se pueda calificar como BIEN o BASTANTE BIEN que NADA, PORQUE NO LO INTENTÉ.
Somos humanos, o sea, NO PERFECTOS y con posibilidades de error, y debemos tratarnos como tales, por tanto no nos podemos exigir por encima de nuestras posibilidades. La imperfección es una de las posibilidades que existen en cualquier tarea que emprendamos y es inevitable. Aún en los casos en que la búsqueda de la perfección es exhaustiva y obsesiva, en que las cosas se revisan mil veces para que no fallen, aparece la imperfección. Y si no, recuerda los cohetes que se han intentado mandar al espacio y han fracasado.
Conviene rebajar el nivel de auto-exigencia. No marcarse metas imposibles y luego castigarse por no alcanzar lo imposible.
Y ante un “imperfección”, lo mejor y más sensato es dejarla ir, no insistir en ella, no regodearse masoquistamente, no machacarse obstinadamente con ello. Dejarla ir. Dejarla que se diluya por sí misma.
Aceptar… comprender… ahí está la clave para vivir un poco mejor.
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Francisco de Sales- Cantidad de envíos : 1696
Fecha de inscripción : 15/12/2012
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